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El periodismo y la honestidad intelectual: Eduardo Inda, un caso práctico

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

No podemos continuar publicando ninguna entrada más hasta que no hablemos de ética periodística, y qué mejor modo que hacerlo que refiriéndonos a una virtud básica, relacionada íntimamente con la investigación, la verdad y la información y, en definitiva, con la profesión de periodista. Nos referimos a la honestidad intelectual, una virtud ética y epistémica que fue alabada por Max Weber en el siglo XIX, aunque él la llamaba «probidad intelectual». Otros autores, como Charles Sanders Pierce, Karl R. Popper o, más recientemente, Susan Haack, han reflexionado también sobre ella.

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Eduardo Inda, ilustración de José Escobar.

Honestidad intelectual y periodismo

En el contexto periodístico, la honestidad intelectual hace referencia a una actitud, según la cual el periodista debe ser veraz y objetivo. Ser veraz significa que no debe publicar aquello que crea falso o para lo que no tenga pruebas. Ser objetivo significa, en este contexto, ser imparcial o desinteresado. Es deseable que aquellos que tienen la función de informar al público tengan la intención, al publicar sus informes, de decir la verdad, con pruebas de que lo que dicen es verdadero, y sin intenciones partidistas, entendiendo «partidista» en un sentido amplio. En la medida en que el público tiende a atribuir, a priori, veracidad y objetividad a los medios, y en la medida en que la información, si somos racionales, guiará nuestras acciones, es obligatorio para el periodista, desde un punto de vista moral, ser intelectualmente honesto.

Hemos dicho que la honestidad intelectual es también una virtud epistémica. En efecto, «episteme» viene del griego y significa «conocimiento discursivo». Dado que el conocimiento de proposiciones incluye la verdad, pues no es posible conocer el contenido de una proposición falsa (no podemos saber que los pingüinos vuelan porque los pingüinos no vuelan), la honestidad intelectual es deseable en el periodismo, en la medida en que las proposiciones verdaderas suponen una ampliación del conocimiento de aquellos que las creen. En este sentido es una virtud igualmente obligatoria para el periodista, pues de otro modo generaría equívocos e ignorancia en el público.

Eduardo Inda, un caso práctico

Generalmente, el mejor modo de captar un concepto en filosofía es a través del análisis de un caso práctico. En este caso, el caso práctico que hemos elegido es el de un famoso «periodista» español, Eduardo Inda. Él no es precisamente un paradigma de honestidad intelectual, sino justo lo contrario. Aunque como periodista es más bien inútil, sí que sirve como ejemplo de lo que no debe ser un periodista y, en general, un investigador.

Recientemente, su periódico, OKDiario, viene publicando noticias falsas, con pruebas construidas en la redacción del periódico, sobre un político español, en particular, y sobre su partido, en general. El político es Pablo Iglesias y el partido PODEMOS (ahora UNIDOS PODEMOS). El señor Inda mantiene una tesis perjudicial para dicho partido, a saber, que se financia, o se financió recientemente, de forma ilegal, con fondos provenientes de Venezuela y/o de Irán. Esa es la hipótesis que Inda defiende. Al igual que un vulgar teólogo, da por verdadera la hipótesis antes de haber indagado sobre el tema y cualquier cosa que descubra y refute la hipótesis, no la hará falsa, aunque de hecho la haga falsa.

El investigador genuino puede dar su hipótesis por verdadera, esto es legítimo, pero una vez que investiga puede descubrir que lo que había supuesto era falso, o bien puede no descubrir nada que avale la verdad de su hipótesis. En el primer caso, lo intelectualmente honesto sería abandonar la hipótesis por falsa; en el segundo, puede abandonarla por indemostrable o simplemente asumir que no tiene pruebas, y no ser categórico al afirmar su hipótesis. Si se trata de un periodista, lo que debe hacer es publicar sus resultados, si ya había avanzado previamente la hipótesis, o abstenerse de publicar nada sobre el particular, si no había avanzado dicha hipótesis previamente.

El modo de proceder de Eduardo Inda no es este, como ya se ha adelantado. Él mantiene su hipótesis, que Pablo Iglesias y/o PODEMOS (ahora, UNIDOS PODEMOS) han sido o son financiados ilegalmente por Venezuela y/o Irán. Al no encontrar pruebas que la hagan verdadera, lo que hace, en lugar de suspender el juicio, darla por falsa o seguir investigando, es construir las pruebas que la harían verdadera. De este modo, recientemente presentó un documento falso, atribuido al gobierno venezolano, según el cual Pablo Iglesias habría recibido más de 272.000 $ de Venezuela. El documento es claramente falso y, de hecho, el pseudoperiodista ya ha sido demandado.

Se sabe, porque los metadatos del archivo digital lo informan, que el documento presentado como prueba por Inda fue editado con Photoshop. Además, está bastante mal editado, un crío lo habría hecho mejor. Asimismo, el documento presenta otros defectos que le restan veracidad, como errores en los nombres de los documentos, en los sellos, etc. Finalmente, hay que decir que el banco en el que presuntamente se habría hecho el ingreso de ese dinero también publicó un comunicado en el que desmentía la «información» publicada en OKDiario.

Inda, no hace falta decirlo, se encuentra en las antípodas ideológicas de este partido y se sospecha, buena parte de la opinión pública sospecha, que quien es financiado para perjudicar a PODEMOS es el periodista. Sea como fuere, Eduardo Inda es un modelo de lo que no debe ser un periodista ni el periodismo ni, en general, nada que implique conceptos como los de verdad, objetividad e investigación. En su caso, le recomendamos desde aquí que deje su noble profesión y se dedique a la teología, donde sus métodos de investigación tienen mayor validez.