Meditación y Libertad
La identidad de una persona incluye una gran cantidad de pensamientos que pueden ser de tipo social, cultural, educacional, económico, intelectual, histórico, sexual, filosófico, espiritual, etc.
Cada uno de estos pensamientos absorbe nuestra identidad cada vez que lo necesite, de modo que el ser personal se aliena en la identidad que ocupan sus pensamientos.
Cada rol se hace cargo de la situación cada vez que la circunstancia así lo exija, y todo lo demás desaparece.
Cuando hay algo que atrapa la atención las personas se dejan llevar, como por ejemplo cuando ven una película o leen un buen libro; y una vez que salen de ese influjo transitorio necesitan un tiempo para volver a sentirse ellos mismos.
La meditación aporta a la vida la posibilidad de dejar de prestar atención a los pensamientos que generan la trama de la propia vida, con sus exigencias, sus reclamos, sus miedos, sus preocupaciones, sus alegrías y sus tristezas.
Los sueños también son una forma de entender el espacio al que nos lleva la meditación, porque podemos llegar a soñar que nos despertamos de un sueño a una realidad que es otro sueño.
El sueño no parece real cuando nos despertamos, pero es real cuando lo experimentamos. Nos despertamos de una realidad que es relativa a otra.
La realidad que creemos real no es absoluta, es relativa, porque lo mismo que demostró Einstein en la física vale también para todos los aspectos del cosmos.
Toda realidad es relativa; es verdadera sólo dentro de ciertos parámetros como una posible versión de cómo son las cosas.
La realidad tiene múltiples versiones y cada realidad nos permite reconocer su naturaleza relativa.
Mediante la meditación podemos conseguir darnos cuenta de la relatividad de la realidad que creemos verdadera y absoluta y de la relación de todas las cosas.
Cada estado de conciencia es una realidad diferente, como por ejemplo, la vigilia, el sueño o las emociones y cada pensamiento crea una realidad, porque somos nosotros los que sintonizamos con la realidad que queremos.
La meditación permite percibir todas las formas de ver un acontecimiento, no una sola perspectiva como la que usualmente vemos nosotros. Es una percepción clara que deja ver cómo funciona la mente y las demás fuerzas que actúan en una situación dada, y que nos permite descubrir a cada instante cuáles son los factores que determinan nuestras decisiones.
Todo esto se percibe sin pensar, se comprende, se sabe en la quietud interior que es la que nos hace ver totalidades y no un solo punto de vista y la que hace posible que nuestras respuestas a los estímulos sean las mejores.
El ego parece seguro pero se convierte en un carcelero cuando no nos permite salir de él y nos controla con el miedo a la pérdida de la identidad.
No es necesario matar al ego, podemos mantenerlo y salir y entrar de él como quien entra y sale de una habitación. Pero para llegar a eso es imprescindible reconocer que somos mucho más que un ego.
El ego se nos ha hecho imprescindible y nos ha convencido que somos él. La meditación nos permite descubrir que somos más que un ego y que es posible liberarse de su prisión, que creemos necesaria porque nos ofrece seguridad a expensas de nuestra libertad.
El ego debe ser nuestro servidor y para eso debemos trascenderlo mediante el desapego de todos sus hábitos.
De esa manera tenemos la posibilidad de unirnos al universo y construirnos estructuras más amplias.
Cuando lo logramos podemos volver a la vida cotidiana en otro nivel, porque el ser que vuelve es la paz misma, la sabiduría y la compasión; y se convertirá en una luz para los demás que también desean ser libres y despertar a una nueva realidad.
Fuente: “Más allá del Ego”, Abraham Maslow y otros. Texto de Ram Dass, “Realidades Relativas”