Kant y el Carácter de los Pueblos
Kant nos dice, que desde el punto de vista de la moral, el hombre español es sincero, formal y reservado. Tiene orgullo y es honrado tendiendo a inclinarse más por los actos importantes que por la estética.
A veces puede comportarse en forma firme pero salvaje y su altivez puede ser extravagante.
La sensibilidad del italiano parece ser una mezcla de la del español y el francés, siendo más sensible a la belleza que el español y más sublime que el francés.
En general los italianos y franceses se distinguen por su sensibilidad hacia lo bello.
El francés es cortés y amable, intima rápido, gusta de hacer chistes y es complaciente y fácil de tratar. Es ingenioso hasta el punto de no decir toda la verdad por salvar una ocurrencia pero puede penetrar profundamente en las matemáticas y en las demás ciencias. Es un ciudadano apacible, que concentra sus méritos en la mujer, porque ella hace posible que se ponga en evidencia su ingenio, su cortesía y sus finos modales; sin embargo, tiene una inclinación hacia lo frívolo y ligero.
El inglés es frío e indiferente en el trato con extraños pero una vez que se ha hecho amigo puede ser muy servicial. Es juicioso y serio y tiende a seguir sus propias convicciones.
Es muy respetuoso con las mujeres, es tenaz, constante obstinado y puede llegar a ser temerario por su audacia y puede convertirse en un excéntrico para no contrariar sus gustos.
En cuanto a la sensibilidad de un alemán es una mezcla de la del inglés y del francés. En él se combinan armoniosamente lo bello y lo sublime; es metódico en el amor y lo suficientemente frío como para especular por conveniencia; y no se atreve a ser original porque le preocupa lo que puedan pensar los demás.
El holandés se ocupa demasiado de lo útil, condición que diminuye su sensibilidad para lo bello o sublime. Tiene un sentido demasiado práctico e interesado y es aún más flemático que el alemán.
Con respecto al honor, el francés es vanidoso, el español arrogante, el inglés orgulloso, el alemán ostentoso y el holandés envanecido.
El vanidoso es el que ansía el aplauso, el arrogante se cree superior, el orgulloso se estima demasiado, el ostentoso tiene orgullo más vanidad; y el envanecido es un arrogante que a su vez desprecia a los demás.
En el amor, los ingleses y alemanes son sanos y rústicos, el italiano es un soñador, el español, un fantasioso y el francés un sibarita.
En lo que se refiere a la religión de los pueblos del Norte, se basan en la credulidad, el fanatismo, la superstición y el indiferentismo.
El crédulo tiende a convertirse en supersticioso; el supersticioso es el que pone intermediarios entre él y el Ser Supremo y el fanático es el que tiene una audacia piadosa producida por el orgullo y la confianza en si mismo.
El hombre vanidoso y ligero no puede tener sentimientos sublimes y su religión es inestable, mientras él permanece frío e indiferente.
Estas son las características del indiferentismo práctico típico del espíritu nacional francés.
Con respecto a las demás partes del mundo los árabes para Kant aunque extravagantes, son los hombres más nobles de Oriente porque son generosos, hospitalarios y sinceros aunque fantasiosos.
A ellos se los considera los españoles de Oriente y a los persas los franceses de Asia.
Los japoneses son los ingleses de Oriente, por su constancia y terquedad, su desprecio a la muerte y su bravura, aunque con poco gusto fino.
Los habitantes de la India son extravagantes y su religión tiene el mismo carácter.
Los negros de África para Kant, son vanidosos y casi no tienen sensibilidad alguna, siendo su culto idolátrico.
Los nativos salvajes de Norteamérica tienen un carácter sublime, sentido del honor e inquietud por la búsqueda; y el salvaje canadiense es además sincero, honrado y orgulloso, valora la libertad y no soporta las humillaciones.