Giambattista Vico
Cuando cursaba Historia de la Filosofía Moderna en 2º de carrera tuve que elegir una obra de un autor moderno, la cual debía leer para hacer un trabajo sobre ella. Mi elección fue la Ciencia nueva de Giambattista Vico. No elegí la obra por ninguna razón particular. Me llamaba la atención el nombre del autor. Y me llamaba la atención porque yo había suspendido la asignatura el año anterior y era la segunda vez que me matriculaba. El profesor repitió el nombre de Vico como uno de los posibles autores por segunda vez. No es que propusiera una lista de autores, se limitaba a mencionar algunos. El año anterior, el nombre de Vico no me llamó la atención y, en su lugar, leí El príncipe de Maquiavelo, a quien había estudiado en el instituto.
Mi desdicha académica no tardaría en llegar. Vico era tan fascinante como incomprensible. Era una lectura ardua, larga, espesa, embrollada, etc. Pensaba que el profesor de la asignatura siempre nombraba a Vico para ver si alguien caía en la trampa. Y ese año me tocó a mí. Pero aquí no terminaron mis problemas, aquí empezaron. En efecto, casi no entendí nada de lo que había leído, más de mil parágrafos en los que el filósofo italiano interpretaba mitos, poemas homéricos, leyes, expresiones, grabados, etc.
En aquella época, aunque muchos no lo creáis, creo que era el 2004, aún se utilizaban disquetes, de aquellos de 3,5. Hice, como buenamente pude, mi trabajo y lo guardé en uno de aquellos demoníacos disquetes. Perdí el trabajo el día antes de entregarlo. Así que por la noche tuve que volverlo a escribir. Terminé a las 7:00 de la mañana y me fui a clase. Ese día declaré a Giambattista Vico persona non grata y pensé que la Ciencia nueva debería acabar en la hoguera.
Sin embargo, la ardua lectura de Vico me capacitó para leer cualquier cosa, en el sentido de que después de aquello nada me impresionaba. Ni siquiera Heidegger o Hegel. Sea como fuere, Vico quedó en el olvido. ¿O no? Dos cursos después cursé Filosofía de la mente y de la acción. El curso consistía en un seminario en el que leíamos y comentábamos, bajo la supervisión del profesor, las Investigaciones filosóficas de Ludwig Wittgenstein. El libro me pareció fascinante y en aquel seminario aprendimos a leerlo (las Investigaciones no constituyen un libro «normal» de filosofía son, como dijo el propio Wittgenstein, un «álbum», en el que uno puede ver fotos particulares, verlo desde la primera página a la última o desde la última a la primera, elegir varias fotos y compararlas entre sí, etc.). El caso es que leyendo a Wittgenstein, Vico me vino a la mente.
Para mi sorpresa, alguna parte de mi subconsciente había guardado datos sobre Vico de los que mi conciencia no tenía ni zorra idea. Sea como fuere, de repente leyendo a Wittgenstein me pareció atisbar, de forma relativamente confusa, parte de lo que el autor italiano parecía tratar de decir. Como lo veía de forma confusa leí algunos artículos sobre Vico. Muy interesantes, por cierto. Resulta que Vico, que nació en Nápoles en 1668, fue posterior a Descartes. Y como era habitual entre los intelectuales de su época, al principio vio el cartesianismo con buenos ojos. Sin embargo, algo en el espíritu cartesiano (y en el propio Descartes) no le agradaba a Vico, así que se rebeló contra el cartesianismo dominante. El mecanicista punto de vista del, en aquel entonces, aclamado filósofo francés, era que que el modelo de conocimiento utilizado en las ciencias naturales era el único del que podíamos obtener verdades inmunes al escepticismo. Y una de las ideas que, por influencia de Descartes, comenzaba a hacerse popular en la época era la de extender el modelo matemático a todos los saberes, incluidos la Historia, la Ética, el Derecho, etc. Y si algún área de conocimiento se resistía a este modelo de saber, entonces no proporcionaría conocimiento fiable, dando lugar al escepticismo.
Y Vico vio esto bastante erróneo. Y he aquí la interpretación wittgensteiniana de Vico que desarrollé y me hizo ver a este autor con buenos ojos. Los seres humanos estamos haciendo constantemente algo y, además, nos comunicamos entre nosotros de muchas maneras, lo cual también es hacer algo. Uno puede comunicar su enojo dando un golpe en la mesa y otro con una performance artística. Estas formas de relacionarnos entre nosotros y con el mundo, a través de nuestras acciones, comunicativas o no, configuran nuestra forma de vida sobre la marcha. No hay una forma de vida a priori o algo así, sino que la forma de vida de un grupo de humanos se va haciendo conforme se va viviendo, transformándose constantemente dentro de un marco de posibilidades. Las relaciones generan nuevas relaciones y el nivel de complejidad de estas aumenta. Por ejemplo, el caso de las leyes. Estas se basan en la costumbre y, desde el punto de vista de Vico, nacen asociadas al miedo, aunque con el paso del tiempo se racionalizan. Su origen no es racional, sino emotivo.
Para Vico lo que mejor podemos conocer es lo que hacemos y la historia la hacemos nosotros. De hecho, el conocimiento más exacto, desde el punto de vista de Vico, lo podemos tener de lo que nosotros creamos. Las matemáticas son tan evidentemente verdaderas y las podemos conocer con tanta exactitud porque las hemos creado nosotros. Sin embargo, el conocimiento exacto del mundo natural nos está vedado. Y nos está vedado porque la naturaleza no es una creación humana. Es una creación divina. Todo lo más que podemos hacer es inventar teorías acerca del mundo natural, las cuales podemos verificar o falsear mediante experimentos. Pero, en este caso, nuestro conocimiento de la naturaleza está limitado a nuestra capacidad de reproducir las condiciones naturales para corroborar nuestras teorías. Así que podemos conocer la naturaleza en solo en la medida en que la podemos reconstruir.
La calidad de nuestro conocimiento de nuestras propias creaciones es tal en virtud de que no solo conocemos los hechos, que pueden ser descritos. Sino que, en la medida en que son nuestras creaciones, podemos comprender el sentido que tienen. Con respecto del mundo natural solo podemos describir los hechos, pero no tenemos ni idea de su sentido, si es que algo natural tiene sentido. Vico pensaba que a través del lenguaje humano y de sus símbolos podíamos ver una forma de vida, una cultura y un conjunto de instituciones. Y he aquí el punto en el que Vico y Wittgenstein llegan a tocarse a mi entender: los seres humanos somos activos y expresivos. La forma en la que nos relacionamos entre nosotros y en la que nos relacionamos con nuestro entorno dan sentido a lo que hacemos y decimos pero, a su vez, es lo que hacemos y decimos lo que va configurando nuestra forma de vida. Y es que, nuestra forma de vida y lo que hacemos y decimos son dos caras de la misma moneda.