Platón y Aristóteles, la síntesis superior
Se puede afirmar sin ninguna duda que Platón y Aristóteles han sido los filósofos más destacados de Grecia y dos de los más grandes pensadores del mundo.
Ambos coincidieron en muchos aspectos de sus doctrinas, ya que Aristóteles fue discípulo de Platón y como tal recibió su influencia; pero también sus respectivas formas de pensar presentan tan notables diferencias que se podrían considerar como la tesis (el platonismo) y la antítesis (el aristotelismo).
Así como tesis y antítesis se suelen conciliar en una síntesis superior, cada una de las afirmaciones verdaderas de ambas propuestas pueden ser consideradas como un sistema más completo y válido que las dos filosofías por separado.
Para el platonismo, la idea del Ser es la realidad eterna e inmutable, en tanto que para Aristóteles también es real el devenir y el cambio, por lo tanto, un sistema filosófico completo y superior tendrá en cuenta ambas realidades.
Platón reconoció al mundo material como el ámbito de lo que cambia y admitió que tanto el cambio como el movimiento están dentro de la esfera de lo real.
Aristóteles, por su parte, reconoció en el mundo material un elemento estable y fijo, y consideraba también que lo más sublime es contemplar lo inmutable.
Platón, como Sócrates, sostenía la validez de los juicios éticos; e intentaba ver con claridad, por medio de la dialéctica, los valores éticos, tratando de captar su esencia con una definición.
Para Platón, si los conceptos y los juicios éticos son universalmente válidos y objetivos tienen que tener un fundamento.
Sabemos que los valores morales no son cosas concretas materiales, sino que son conceptos abstractos; por esta razón su objetividad no es la misma que la de cualquier otro objeto, sino una objetividad ideal.
Por otro lado, los objetos concretos cambian y desaparecen, en tanto que los valores morales son eternos y no cambian; son esencias ideales y objetivas, que se pueden captar por intuición, mediante un proceso dialéctico.
Estos valores morales tienen en común la bondad y la perfección, porque derivan y participan de la bondad y perfección de la idea del Bien, suprema esencia ideal.
Platón aplicó posteriormente su dialéctica también a las sustancias individuales como partícipes de la esencia ideal específica.
Este nuevo punto de vista obligó a Platón a considerar más profundamente la relación entre las ideas mismas y también entre los objetos sensibles y las ideas o esencias ejemplares.
De esa manera estableció una dicotomía, por una parte la verdadera realidad, o sea el mundo ideal de las esencias eternas y por otra el mundo de todo lo que cambia y perece, que son los espejismos o copias y los errores u opiniones.
Esta división separó el Ser del devenir, siendo el Ser, para Platón, la parte principal de la división y la esencia el ideal; y el verdadero significado del devenir es aproximarse a ese ideal.
En el caso del hombre, representa su realización en el mundo sensible en función a su ideal como hombre, tanto en su personalidad como en la sociedad, cooperando con Dios en esa tarea.
Platón transitó más por la esfera del Ser de la realidad verdadera que en la del mundo material.
Aristóteles sostenía que el filósofo estudia el Ser en cuanto Ser y refería el cambio y el devenir a la causalidad final del primer motor inmóvil.
Enseñó que lo más elevado del hombre es la contemplación teórica de los objetos que no cambian.
Este aspecto de la filosofía aristotélica revela la influencia platónica, aunque esté elaborado y desarrollado por el mismo Aristóteles.
El pensamiento sólo se ocupa de lo universal y sólo en segundo lugar del devenir que imita al ser; y la mente es capaz de aprehender al Ser.
El Ser es universal, inmutable y lo particular cambia, tiene origen y fin, es no-ser.
Fuente: Colección Grandes Pensadores, «Aristóteles, Vida, Pensamiento y Obra», Ed. Planeta DeAgostini, 2007