Los primeros filósofos
Fundamentalmente, a los primeros filósofos se les suele conocer bajo el nombre genérico de, valga la redundancia, «filósofos presocráticos», pero, en este caso, esta denominación es muy desafortunada, por los siguientes motivos: en primer lugar, cronológicamente hablando, no todos fueron filósofos presocráticos, dado que algunos son contemporáneos de Sócrates (aquel que «llevó a cabo» una ruptura precisamente con todos ellos, al tener otros temas, otro método, y otros intereses exclusivamente filosóficos), y Demócrito falleció mucho más tarde. Y, en segundo lugar, los más antiguos no fueron considerados en sí con la denominación de «filósofos», sino como «sabios», los cuales eran a su vez considerados aquellos poetas, médicos, artistas e incluso videntes.
Según la tradición clásica, fue Pitágoras quien inventó esta palabra («filósofo»), lo que vendría a significar algo así como buscador y amante de la sabiduría, afirmando que «ninguno de los hombres sabio, sino sólo Dios». Parece ser no en vano que fue en el propio y mismo círculo socrático donde el término recibió su significación definitiva tal y como la conocemos y entendemos a día de hoy, en la actualidad.
Los primeros filósofos, características comunes
Dentro de este primer grupo de «filósofos primarios», existen una serie de características tanto fundamentales como comunes, que podrían resumirse en las siguientes cuestiones:
– Todos ellos viven en las colonias de Jonia o Italia meridional, aunque sin embargo se sostiene que eran unos grandes viajeros. Pero existen excepciones: Demócrito nació en Macedonia (Abdera), mientras que Anaxágoras marchó a Atenas, donde fue amigo de autores como Pericles.
– Todos ellos debieron ser escritores (salvo Tales), pero sus obras lamentablemente se han perdido, no quedándonos salvo pequeños fragmentos citados por autores posteriores: Clemente de Alejandría, Platón, Aristóteles, Diógenes Laercio, Teofrasto, Plutarco…
– Se centran exclusivamente en el estudio de la Naturaleza, algo lógico siempre y cuando tengamos en cuenta, como sabemos, que la primera filosofía en sí, entendida como tal, surge para substituir a los mitos, dando con ello una respuesta racional y aparentemente lógica al mismo problema que esos mitos pretendían «resolver».
Con tan escasa base textual, se comprende por ello que el estudio de los conocidos como presocráticos sea muy difícil, no pudiéndose dar unas interpretaciones y conclusiones finales certeras y exactas sobre su pensamiento.