Descartes, René – Segunda Parte
(continuación)
Por motivos políticos y eclesiásticos, Descartes decidió abandonar Francia e instalarse en Holanda, donde vivió casi todo el resto de su vida y donde tuvo la oportunidad de desplegar todos sus recursos intelectuales y vitales.
En esa época, Descartes se centró en el estudio de las matemáticas y las leyes de la reflexión y refracción de la luz, que dio lugar a su obra Dióptrica.
También se interesó en anatomía, y los resultados se reflejaron en su “Tratado del Hombre”, que se publicó después de su muerte.
Por otro lado, pudo resolver el famoso problema de Pappus, que había sido planteado en el siglo IV; lo cual lo llevó a ocupar el primer lugar como matemático de ese momento.
Cuando se enteró de la condena que había sufrido Galileo por sus afirmaciones sobre el movimiento de la Tierra alrededor del Sol, se sintió muy afectado, dado que todo su trabajo dependía de esa hipótesis.
Descartes tuvo una hija, Francine, fruto de su relación con Helena Jans, que trabajaba como criada y con quien vivió algunos años.
Francine falleció a temprana edad y poco después murió su madre, dejándolo estas pérdidas, muy abatido. Después de esta adversidad, continuó viviendo solo hasta el fin de sus días.
La primera obra importante que publicó fue “Ensayos filosóficos”, que incluía “Dioptrica”, “Geometría” y “Meteoros” (sobre los fenómenos de los falsos soles y el arco iris).
Su obra universal “Discurso del Método”, fue la introducción de este trabajo y constituyó la nueva metodología para el estudio de las ciencias naturales.
Esta obra tuvo gran repercusión y dio lugar a muchas polémicas que Descartes ignoró, dedicándose a redactar el fundamento metafísico de su método que publicaría con el título “Meditaciones metafísicas”.
Una de las amistades más fieles del filósofo fue la princesa Isabel de Bohemia, una joven mujer muy inteligente que hablaba varios idiomas, con excelentes aptitudes para las matemáticas.
Había leído las obras de Descartes, lo admiraba y por esa razón fue que quiso conocerlo. El filósofo llegó a afirmar que ella era la que mejor había comprendido su pensamiento y entre ambos surgió una genuina amistad, que por lo general se mantuvo en forma epistolar dado que se vieron en contadas ocasiones; y sus cartas, que trataban todos los temas, reflejaban una relación paterno-filial.
Descartes le dedicó a la princesa, que era protestante, su obra “Los principios de la filosofía” pero esto no significaba que entre ellos existiera algún vínculo sentimental, dado que en esa época era común tratar a reyes y príncipes con exagerada pleitesía.
Aunque en Holanda Descartes estaba lejos del hostigamiento de la Iglesia Católica, igualmente tenía que enfrentar la crítica y oposición de los calvinistas ortodoxos que consiguieron apartarlo de la enseñanza y prohibir su filosofía por considerarlo ateo.
Al morir su padre, Descartes heredó una considerable suma de dinero y regresó a París. Allí entablaría relaciones con su cuñado, que era diplomático, que lo vinculó a la reina Cristina de Suecia.
Pronto retornó a Holanda, renunciando a su deseo de vivir en su patria, acuciado por las críticas y las persecuciones.
Hacia el final de su vida viajó a Estocolmo para escribir sobre su vida y allí se conectó con la reina Cristina de Suecia, que en ese entonces tenía 22 años.
Era una mujer de avanzada, muy curiosa e inteligente, que acostumbraba vestirse como un varón y que llegó a abdicar porque no estaba dispuesta a casarse ni a tener hijos. Amaba el conocimiento y eran célebres sus reuniones a la que asistían científicos, poetas, filósofos y escritores de esa época.
La reina contrató a Descartes para que le enseñara filosofía. Él accedió, pero con el tiempo se sintió frustrado. Tenía ya 52 años, permanecía mucho tiempo desocupado y el frío de ese invierno fue muy crudo.
Al año siguiente, termino un trabajo que le había encargado la reina y poco tiempo después se enfermó. Se negó a seguir las indicaciones del médico y tomó algunos remedios por su cuenta. Al poco tiempo su estado se agravó, falleciendo días después a la edad de 53 años.
(Fuente: Colección Grandes Pensadores, «Descartes, René, Vida, Pensamiento y Obra», Edic.Planeta De Agostini, 2007.)