Filosofía

Populismo

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

Bueno, un tema delicado este del populismo, ¿sabéis? Resulta que se ha puesto de moda su uso en un sentido peyorativo, es decir, para (des)calificar a algunos sistemas y partidos políticos. De este modo, se ha convertido en un término muy repetido por periodistas, líderes de opinión, grandes empresarios, políticos y, en general, por la beautiful people. Sin embargo, la realidad es que este sentido negativo del término es artificial y supone un robo lingüístico y conceptual por parte de las clases poderosas, encaminado a generar confusión y desconfianza del pueblo hacia sí mismo. El populismo, en realidad, es la democracia en la práctica. Y no tiene nada de malo.

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Salvador Allende llevó a cabo unas políticas populistas, esto es, que favorecían a la mayoría que, a su vez, las respaldaban. Sus oponentes políticos no pudieron esperar a que el populismo llevara a la ruina al país y dieron un golpe de estado en 1973.

El populismo y la democracia

Cuando en un sistema político el pueblo ostenta el poder, estamos ante un sistema populista. Y los sistemas en los que ostenta el pueblo el poder, son los sistemas democráticos. En un sistema populista o democrático, las decisiones políticas tienden a beneficiar a las mayorías, porque son estas las que toman las decisiones o las que respaldan las decisiones que toman sus representantes. Por ejemplo, un sistema populista en el que haya una gran cantidad de pobres, tenderá a desarrollar políticas que mejoren la situación de los pobres. Esto es lo que ocurre en Brasil. Y si se trata de un sistema populista en el que el pueblo vive de forma acomodada, sus políticas incidirán en cuestiones como la mejora de la excelencia en la educación universitaria. Este es el caso de Suiza, cuyo sistema político está entre los más populistas del universo conocido, a pesar de ser un país capitalista.

El sentido peyorativo de «populismo»

Cuando las decisiones políticas son tomadas por una mayoría, hay una minoría que sale perjudicada. Por ejemplo, en un país pobre cuyo sistema populista trata de paliar la pobreza, puede ser que las clases económicamente privilegiadas se vean perjudicadas, con subidas de impuestos por ejemplo. Son estas clases privilegiadas, que se suelen ver perjudicadas, las que comenzaron a utilizar el término «populismo» en sentido peyorativo.

Quienes aborrecen el populismo suelen argumentar que, en realidad, las mayorías tienden a tomar decisiones políticas encaminadas a satisfacer sus necesidades más inmediatas. Sin embargo, corren el peligro de hacer tal cosa a costa de dañar la economía del país a medio y largo plazo, generando altas tasas de inflación, relentizando el crecimiento, aterrando a los mercados, etc. Y para avalar este sentido peyorativo, suelen citar regímenes como el de Hitler, Mussolini, Pol Pot, Stalin, etc. de los que dicen que son populistas Bueno, en el siguiente epígrafe criticaremos este punto de vista. Sigamos con el sentido peyorativo del término.

Otro de los factores que ha llevado a que el término «populismo» adquiera un carácter peyorativo, ha sido la confusión con el término «electoralismo». En las democracias de partidos, los partidos políticos toman medidas que favorecen a un grupo mayoritario de votantes, con el objetivo de asegurar una gran cantidad de votos de dicho colectivo. Igualmente, durante las campañas electorales, los partidos políticos lanzan mensajes de complicidad hacia colectivos amplios de votantes. En España, el actual partido en el gobierno, se proclamó «el partido de los trabajadores» (es de derechas y el mayor enemigo de los trabajadores), con el objetivo de ganar votos entre el colectivo de trabajadores, descontentos con el gobierno de aquel momento y las altas tasas de desempleo. Esto, que en realidad es electoralismo, es calificado de «populismo» según el sentido peyorativo del término. La diferencia está en que en el populismo genuino el pueblo es sujeto y objeto de las políticas, mientras que en un sistema electoralista, el pueblo únicamente es, a lo sumo, el objeto de las políticas.

Crítica al sentido peyorativo de «populismo»

En un sentido práctico, cualquier sistema populista o partido político que presente un programa de corte populista, en el buen sentido del término, se verá obligado a evitar el uso de esta palabra y a negar que sean populistas. Y es que el sentido peyorativo de este término se ha instaurado profundamente. El enemigo político de la democracia y del populismo, esto es, los poderes individuales de que tiene intereses individuales opuestos a los intereses colectivos de la mayoría (Monsanto, Inditex, Coca-Cola, etc.), ha conseguido apropiarse de la palabra y asignarle un nuevo concepto.

De hecho, los regímenes fracasados que tradicionalmente se citan como populistas, para criticar a los que actualmente lo son, no eran populistas. Hitler era un dictador y el pueblo poco decidía en la Alemania nazi. Lo mismo hay que decir de Stalin, Mussolini o de Pol Pot. Una cosa es que fueran líderes que movieran a las masas y otra es que las masas tomaran decisiones políticas y que las decisiones políticas favorecieran a las masas de manera coherente a lo votado por estas. Esto se llama democracia y, en la práctica, la democracia es populismo: el pueblo toma decisiones que favorecen al pueblo.

Como se puede observar, el uso peyorativo del término «populismo» está únicamente orientado a generar confusión y a distorsionar la realidad. Así que, querido lector, cuando le digan que Cuba, Brasil, Argentina, etc. son regímenes «populistas» no olvide que la admirada Suiza también lo es y que el populismo no es más que la democracia puesta a trabajar.