La Identidad
La identidad es el sentimiento de ser siempre el mismo a través de los cambios y del paso del tiempo. Es el ser que uno es, que incluye nuestro origen y nuestro pasado; que no admite borrones y cuentas nuevas, ni espacios vacíos de contenido ni huecos existenciales.
Somos lo que somos, una entidad que no se puede negociar ni adoptar, aunque nos veamos obligados a abandonar el país de origen y radicarnos en una cultura de características diferentes, aunque cambiemos de status social, nos ganemos la lotería o se modifiquen nuestras condiciones físicas o intelectuales.
La personalidad, que incluye el temperamento innato y el carácter adquirido, puede evolucionar y reestructurarse con el tiempo, pero la identidad no cambia, porque es el trayecto hacia uno mismo, lo que nos hace únicos y distintos, nuestra esencia verdadera, el ser que somos.
Nuestra identidad es el testigo silencioso, el observador interno que permanece invariable desde el nacimiento hasta la muerte y que está siempre atento para ser descubierto.
No podemos pretender olvidarnos de nuestra esencia, desconectarnos de quienes somos ni desprendernos del pasado, sin riesgo de perdernos a nosotros mismos en ese intento.
Por más doloroso que resulte el pasado tiene la jerarquía de lo genuino y la garantía de que es enteramente único y nuestro.
No podemos renegar de lo que verdaderamente somos porque aunque nuestro origen nos condena también nos inspira. Es el condicionamiento necesario para ser el que somos, porque peor que eso es no ser nada.
Los pueblos sólo pueden avanzar a partir de lo que son y nunca copiando la historia de los otros.
Si la juventud ignora su origen y se adhiere obnubilada a una identidad construida por otros, corre el peligro de mantenerse siempre marginado, y ser el que no tiene grupo de pertenencia sino de referencia.
Aunque vivamos en otro país cuarenta años y seamos ciudadanos, nunca seremos ellos, seremos nosotros mismos usando una máscara prestada que no es real, destinados a pertenecer a esa franja cruel discriminada, que reniega de sus ancestros.
Si bien el hombre siempre ha emigrado de un lado a otro, se llevó siempre a todas partes sus tradiciones; esto se puede comprobar en todos los países donde distintas etnias se enorgullecen de su pasado.
Lo nuevo no existe, tampoco existe la novedad, eso que todos repiten en versiones diferentes. Pero cuando la identidad es genuina, supera cualquier intento copiado, aunque parezca que haya surgido de la nada; simplemente porque es única y solo de la unicidad puede emerger lo renovado.
Por ejemplo, las empresas selectoras de personal están orientando sus búsquedas de personal hacia blogs personalizados.
Allí es donde creen que encontrarán a la persona genuina y única que necesitan, a través de la radiografía mediática que se hacen a si mismos los posibles candidatos, que a los ojos de un buen observador no pueden ocultar nada.
Los medios tradicionales de selección a las consultoras no les sirven porque obtienen respuestas esperadas, y brindan una imagen fabricada, la del personaje con su máscara.