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Evolución humana: narrativa racista, especista y pro-religiosa

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

Sobre la evolución humana se han vertido ríos de tinta y por ello no voy a centrarme en la evolución humana en este post. Más bien me voy a centrar en la narrativa escrita y audiovisual de la evolución humana, en la cual encuentro rasgos racistas, especistas y pro-religiosos. Cuando hablo de narrativa me refiero al discurso divulgativo, es decir, a la bibliografía, a los documentales e, incluso, a los libros de texto.

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Esta imagen presenta a un Homo sapiens sapiens blanco y rubio

Delimitando el contexto

El capítulo de la evolución humana que nos interesa es la migración del Homo sapiens sapiens (la especie a la que pertenecemos) desde el continente africano a Asia y Europa. Este saldría de África hace unos 70.000 años, debido a un cambio de las condiciones climáticas, el cual convirtió África en un continente yermo, obligando así a los herbívoros a desplazarse hacia el norte. Sus depredadores, Homo sapiens sapiens incluido se desplazaron detrás de las presas. Y así llegaron a Eurasia, desde donde se fueron distribuyendo a Oceanía y América. Bien, este es el escenario en el que nos movemos.

El color de la piel de los primeros Homo sapiens sapiens

Sobre la evolución humana hay un amplio consenso sobre, al menos, dos asuntos: el primero de ellos es que los Homo sapiens sapiens surgieron en África y el segundo es que tenían la piel oscura, esto es, que eran negros. Homo sapiens sapiens evolucionó en la sabana africana, en la que el sol cubría el terreno. Nuestro antepasado más antiguo era un simio, similar a un chimpancé. Tenía el pelo negro y la piel blanca.

Estos simios de los que descendemos, los Australopihtecus, comenzaron a andar sobre sus patas traseras. A esto se le llama bipedismo. El bipedismo suponía un gran esfuerzo, que calentaba el cuerpo de aquellos animales, lo que llevó a una pérdida de pelo para compensar. Sin embargo, la piel clara quedaba expuesta al sol. Así que este hábitat favoreció a los individuos cuyos organismos fabricaban más melanina en la piel.

Que «favorecía a los individuos» quiere decir, en este contexto, que morían lo suficientemente viejos como para haber tenido un buen número de crías a lo largo de su vida, las suficientes como para perpetuar esta característica. Mientras que los de piel blanca, normalmente, morirían tan jóvenes que apenas tendrían crías como para que esta característica se mantuviera.

Esta característica se mantendría a lo largo de la evolución, de modo que Homo sapiens sapiens era originalmente negro. Sin embargo, a pesar del amplio consenso científico existente al respecto, en los libros de texto, artículos y documentales divulgativos, Homo sapiens sapiens casi siempre aparece representado como si fuera blanco. De hecho, en ocasiones parecen irlandeses o alemanes. Puede verse en la imagen de abajo.

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Esta imagen pertenece al Museo Neanderthal, en Alemania. La Homo sapiens sapiens es de raza blanca.

La desaparición del Homo neanderthalensis

Cuando Homo sapiens sapiens llegó a Eurasia se encontró con que el territorio no estaba desocupado. En el nuevo mundo vivía Homo nenderthalensis, un pariente con el que compartimos ancestros comunes. En efecto, hace casi dos millones de años, Homo ergaster llegó desde África a Europa y Asia. Los ergaster que permanecieron en África siguieron un camino evolutivo, que dio lugar a Homo sapiens sapiens, mientras que en Europa la evolución llegó hasta el Homo neanderthalensis. Este tenía una capacidad craneal igual o mayor a su pariente africano, un cuerpo más robusto y algunas otras diferencias anatómicas, relativamente sobresalientes en el rostro.

La cuestión es que Homo neanderthalensis se extinguió poco después de la llegada a Eurasia de Homo sapiens sapiens. Sobre la extinción de nuestro pariente europeo hay diversas teorías, sin embargo, la narrativa de los trabajos divulgativos sobre el tema suele dar primacía a la idea de que nuestra superioridad, tecnológica, evolutiva o conceptual, fue determinante para la desaparición de Homo neanderthalensis. Desde este punto de vista, suele describirse a nuestra especie como a una especie superior.

Es común encontrarse en estos casos con la omisión de teorías alternativas, las cuales se barajan en la actualidad. Por ejemplo, la idea de que Homo sapiens sapiens contagió un virus a Homo neanderthalensis es bastante plausible. También existe la posibilidad de que no se pudieron adaptar a determinados cambios climáticos. Esta es otra teoría que se baraja en la actualidad. En cualquier caso, repetimos que en documentales y artículos divulgativos, las teorías que apuestan por la superioridad de Homo sapiens sapiens suelen gozar de mayor visibilidad.

Las explicaciones pro-religiosas

Racismo y especismo aparte, existe una tendencia a favorecer, a nivel divulgativo y, en ocasiones, también académico, explicaciones religiosas de fenómenos no necesariamente religiosos. Desde esta perspectiva, enterramientos, símbolos en tumbas y objetos en ellas suelen describirse en términos de indicios de comportamientos religiosos, sin embargo, existen teorías alternativas que, o se ignoran o se mencionan brevemente, sin prestar mayor atención. Esto es común en libros de texto, textos universitarios y documentales.

Los enterramientos no tienen un significado religioso de forma necesaria, los objetos en las tumbas y los símbolos en las mismas, tampoco tienen por qué tener un significado religioso de forma necesaria. Es más, ni siquiera es necesario que a estas cosas vayan asociadas creencias relacionadas con el más allá. Los enterramientos se explican muy bien a través del sentimiento de pérdida de seres queridos. Nuestros familiares y amigos mueren, no lo asumimos y conservamos sus cuerpos. Los enterramos. Como huelen, procuramos taparlos bien. También es posible que no asumiéramos que nuestros seres queridos fueran devorados por carroñeros, de ahí los enterramientos.

Tal vez estos individuos poseían algunas pertenencias personales con las que se sentían identificados: el cuchillo con el que mató a aquel león; el diente cuya caída supuso su transformación en adulto (o adulta) el cual fue convertido en un colgante; etc. Eran enterrados con ellos precisamente porque estas pertenencias eran con las que esa persona se identificaba y porque sus seres queridos reconocían la identificación que el cadáver había hecho en vida con esos objetos. Así que estos objetos podrían haber acabado en las tumbas porque eran inútiles para los demás o porque eran ajenos, porque se entendía que eran parte de la persona enterrada y si esta debía ser conservada sus partes también debían serlo, etc.

El asunto de los símbolos también puede ser exorcizado de prejuicios religiosos. ¿Por qué un símbolo tendría que significar algo abstracto y de carácter metafísico, como deidades y «el más allá», en lugar de algo más mundano? Tal vez los símbolos que se encuentran en tumbas prehistóricas hagan referencia al lugar que el difunto ocupaba en la comunidad. Por ejemplo, podrían hacer referencia al hecho de que el difunto era un gran cazador. O, tal vez, ni siquiera tengan contenido y su carácter fuera meramente decorativo.

De hecho, aquí nos encontramos con lo siguiente: en realidad las tumbas son muy poca evidencia para suponer un comportamiento religioso extendido o común, tanto en Homo sapiens sapiens antiguos como en otras especies. Solo nos dicen que había grupos que enterraban a sus muertos, pero no que todos lo hicieran. Obviamente, si había grupos que no practicaban enterramientos, no han dejado huella. Sus muertos serían devorados por carroñeros, así que solo nos ha quedado el rastro de aquellos grupos que hicieron tumbas, lo cual es insuficiente para concluir que todos los grupos de Homo sapiens sapiens tenían este comportamiento.