La Experiencia Religiosa
El hombre, desde siempre, ha buscado algo que fuera verdadero, fuera del tiempo y del espacio, más allá de sus problemas, más allá de la vida; y a esa necesidad la ha llamado Dios; y aún sin haberlo experimentado, la mayor parte de los seres humanos cree en algo más allá de todo.
Las religiones prometen que si uno cree en ellas, en sus profetas, dogmas y rituales; y si observamos ciertas pautas de comportamiento moral, podremos encontrarnos con ese ser. Y en cierta forma parece ser cierto, porque los que lo han experimentado en forma directa lo lograron siguiendo las condiciones, las creencias y las influencias culturales.
Sin embargo, las religiones también han dividido a los hombres, han producido guerras y no parecen responder a todos los problemas.
Krishnamurti agrega que si queremos indagar sobre la existencia de algo como la experiencia religiosa, en primer lugar hay que hacerlo con honestidad, o sea sin ajustarse a principio alguno, ni a una creencia, y ver las cosas como son, sin distorsión alguna, porque el anhelo puede provocar ilusiones.
Debemos tratar de descubrir si es que existe alguna clase de experiencia espiritual, trascendente o religiosa y también en qué consiste tal experiencia.
Uno tiene que ser capaz de reconocerla, porque se trata de una experiencia diferente de cualquier otra que hemos experimentado antes.
Esa demanda de experiencias extraordinarias, más profundas y fundamentales, sólo lleva a hacer más largo el camino de lo conocido.
La búsqueda de lo verdadero, por otro lado, incluye a un buscador, para quien lo verdadero puede estar condicionado por su conocimiento previo y por su experiencia pasada; por lo que esa búsqueda se puede convertir en una proyección magnificada de los propios deseos.
Lo más importante de esta búsqueda es saber si la mente puede estar libre de todo condicionamiento, averiguar si puede existir un estado fuera del tiempo, y no tener ningún compromiso con institución espiritual alguna.
Esta búsqueda exige gran honestidad, humildad y soledad, en el sentido de tener una mente que no dependa psicológicamente de otros. De esta manera se puede descubrir qué significa la disciplina.
Disciplina significa aprender por qué reprimimos, por qué controlamos, por qué tememos, por qué nos comparamos con otros, por qué nos ajustamos a los demás; ya que la consecuencia de todo eso es el conflicto.
Esta disciplina, este aprender, produce orden, un orden que no responde a ningún modelo o esquema establecido.
Aprendemos sobre la confusión en que vivimos una vida desordenada; y a medida que aprendemos surge el orden, que es virtud.
El orden es necesario para no permanecer en la contradicción de hacer una cosa, pensar otra y decir otra.
La mente religiosa debe tener orden en el sentido de rectitud moral y libertad, porque cualquier sistema torna a la mente mecánica y no le da libertad.
No se trata de controlar los pensamientos, sino de comprenderlos, saber su origen.
En la meditación se debe descubrir si uno se puede liberar de todo lo conocido y lograr el completo silencio, porque una mente silenciosa es una mente religiosa y su acción es total, no fragmentada.
En esa quietud, la mente comprende que hay un movimiento diferente, un movimiento de otra dimensión, que no se puede describir con palabras; y significa que no hay miedo, no hay apego ni dependencia, sino una relación en la que no existe separación alguna y un no-tiempo sin mañana, porque la eternidad no tiene tiempo.
Descubrimos que una mente libre de conflictos y de condicionamientos, que puede estar en silencio, es más que una experiencia religiosa es algo sagrado, la religiosidad misma.
Fuente: “La raíz del conflicto”; J.Krishnamurti