El cuarto poder
En los años 20 del siglo pasado, Joan March Ordinas, un rico empresario, financiero y contrabandista español, nacido en la localidad mallorquina de Santa Margalida, era dueño de tres periódicos: «El Día» que se publicaba en Mallorca y era de ideología liberal; en Madrid tenía «La Libertad» un periódico de izquierdas y popular; además, también era dueño de «Informaciones», de ideología conservadora.
Sus publicaciones cubrían buena parte del espectro ideológico del país y gracias a ellas conseguía que sus actividades comerciales y empresariales, la mayoría de las veces ilegales, delictivas y corruptas, pasaran desapercibidas para la opinión pública. March controlaba un amplio espacio informativo, que le servía para encubrir sus actividades ilegales, que iban desde el soborno de ministros hasta el espionaje contra España o el contrabando de armas y tabaco.
La prensa era el cuarto poder
Mucho antes de que naciera March se hizo popular la proclama de que la prensa era el cuarto poder. Fue durante los días de la Revolución Francesa. Por supuesto, este cuarto poder se sustentaba en el derecho a la libre expresión. Los periódicos y los periodistas denunciaban a las autoridades, a los reyes o los presidentes, y nada les ocurría por ello. Así, además del poder ejecutivo, del legislativo y del judicial, existía el de la prensa, que servía como control de los otros tres.
Sin embargo, los periódicos tienen costes de impresión, distribución, redacción, edición, etc. Así que, como los otros tres poderes, este necesita recursos económicos para poder ser un poder real y no una mera idea. Pero claro, en cuanto alguien como March se percata de que para subyugar a ese cuarto poder solo hace falta controlarlo y que controlarlo solo es cuestión de medios materiales, dicho poder deja de ser independiente.
El cuarto poder al servicio de otros poderes
El dominio de este poder nacido a finales de la Edad Moderna pronto se convirtió en una de las grandes aspiraciones de otros poderes distintos, por ejemplo, del político y del económico. Sencillamente, su potencial movilizador fue pronto captado, de ahí la necesidad de mantener el control sobre el mismo. Habitualmente, en los regímenes dictatoriales, este cuarto poder ha sido controlado por el poder político mediante diversos mecanismos, como por ejemplo la censura.
Sin embargo, no solo en los regímenes dictatoriales se ha intentado controlar este poder. En las democracias liberales-capitalistas, personas como Joan March controlan los medios de comunicación, tienen al cuarto poder bajo su control. Ya no solo hacen como hacía el que fue conocido como «el último pirata del Mediterráneo», que se dedicaba a correr un tupido velo informativo sobre sus propias actividades delictivas, sino que, además, ahora generan la opinión pública.