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Algunos puñetazos son política

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

En Sopa de Ganso (1933) Rufus T. Firefly (Groucho Marx), el dictador de Freedonia, consigue que un país vecino, Sylvania, le declare la guerra, tras haber abofeteado tres veces al embajador de dicha nación. Ayer un chico de 17 años le dio un puñetazo al presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy. Hoy la población del país está dividida entre quienes condenan el acto del chico y quienes lo aplauden. También se ha aprovechado para culpar a la oposición, pero claro, en España estamos en plena campaña electoral.

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El chico que ha golpeado a Mariano Rajoy

En fin, está claro que podemos decir sobre el puñetazo lo que nos dé la gana y que todos nos sentiremos perfectamente certeros en nuestra valoración de esta chiquillada con contenido político. Y es que algunos puñetazos, por infantiles que sean, son política y este es uno de ellos.

¿Por qué el puñetazo a Rajoy es una chiquillada?

El puñetazo a Mariano Rajoy es una chiquillada, un acto infantil, no porque lo haya cometido un menor de edad, sino más bien porque el chico que lo ha cometido se ha buscado un montón de problemas y es probable que no haya conseguido gran cosa, aunque habría que saber si tenía alguna meta o pretensión que quisiera cumplir con esa acción y si dicha meta valía el precio a pagar por el puñetazo. En cualquier caso, de momento parece que salvo una serie de comentarios en las redes sociales y el uso electoral que se está haciendo del hecho, nada ha cambiado. Esto, sin embargo, no es óbice para que el puñetazo tenga un contenido político bien preciso y delimitado, tanto como las bofetadas que Rufus T. Firefly le dio al embajador de Sylvania buscando una declaración de guerra.

¿Cuál es el contenido político del puñetazo a Mariano Rajoy?

Los primeros comentarios que he leído esta mañana sobre el puñetazo de Rajoy no me han dejado perplejo porque me los esperaba, pero, en general, rozan el absurdo. Como han sido varios y no los puedo citar todos, daré una formulación propia que sea un resumen general de todos ellos: «En una democracia no se debe agredir a los candidatos». Esta es una prescripción moral general que no carece de respaldo y justificación y que en sí misma no es absurda. Lo absurdo es pensar que el puñetazo a Rajoy propiciado por un menor de edad es un caso en el que esta norma se aplique.

Está claro que el puñetazo propiciado a Rajoy no es una respuesta democrática, pero sí que tiene un contenido político determinado. En primer lugar, en la medida en que el chico es menor de edad y no tiene derecho a voto, él no vive en una democracia, sino en una dictadura. Desde luego, cualquier ser consciente de cómo le afectan a su vida las decisiones políticas que no tenga derecho a participar en la toma de tales decisiones, vive en una dictadura. No cabe esperar respuestas democráticas de quien de hecho no vive en una democracia. La situación de un chico de 17 años en España es, desde un punto de vista político, paralela a la de esclavos, mujeres y extranjeros en la antigua democracia ateniense.

En segundo lugar, este chico se ha criado en esta democracia, que no es la suya porque él vive en una dictadura. Desde una perspectiva política, es hijo de esta democracia y su puñetazo también. En este caso, enunciar una prescripción moral sobre lo que tiene o no tiene cabida en una democracia es como ponerle un lazo rojo a un perrito: un adorno. Lo que habría que preguntarse, más bien, es por qué esta democracia genera odio y desapego a las instituciones. A lo mejor descubrimos que no tiene la suficiente calidad como para exigir que se respeten determinadas normas morales. ¿Puede una democracia que deja a la gente sin casa y endeudada exigir respeto hacia las instituciones? ¿Puede una democracia que lanza a la policía armada con porras contra los ciudadanos exigir el cumplimiento de alguna norma moral de este tipo? ¿Puede una democracia en la que los representantes políticos no cumplen los programas electorales exigir que los demás cumplan con determinadas normas morales (o legales)? Las respuestas a estas preguntas son: No, no y no.

Mariano Rajoy es adicto a las perogrulladas y no entenderá nada de lo sucedido. Pero el puñetazo que ha recibido, a pesar de una chiquillada, dice explícitamente que la democracia española es una estafa para el votante y que excluye a un amplio rango de la población con conciencia política.