El Panteón Romano de los Dioses
El Imperio Romano expandió notablemente sus territorios y desarrolló el arte de la arquitectura, dejando gran cantidad de testimonios que aún se conservan y contribuyendo al progreso en muchas áreas.
Uno de estos monumentos es el panteón de Agripa, que lleva el nombre del cónsul que lo hizo construir en el año 27 a. C., y que es considerado un templo, construcción que honraba a todos los dioses romanos antiguos, porque antiguamente, los templos de Roma eran considerados las casas donde habitaban los dioses.
El cuidado del panteón estaba a cargo de un grupo de sacerdotes que mantenían el lugar en condiciones perfectas e iluminado con permanentes antorchas encendidas.
Era un edificio imponente donde sólo podían acceder los políticos, los religiosos y el emperador, acompañado de sus senadores, pero donde no se realizaba ningún ritual público.
Posee una cúpula, como techo, con una abertura circular de nueve metros de diámetro, que permite la entrada de la luz solar y que simboliza al dios Sol.
Esta abertura se encuentra a 43 metros del piso y por estar tan alta, los romanos creían que la lluvia se evaporaría antes de llegar abajo.
El edificio posee enormes columnas en su fachada, de influencia helenística.
Aunque era una construcción dedicada a los dioses, en su interior no están las estatuas de todos los dioses, porque el panteón tiene una forma circular y además carácter universal y porque cada dios representa a otros, como por ejemplo Venus simboliza a la diosa griega Afrodita y a la diosa egipcia Isis.
En la fachada de este monumento se puede leer una inscripción en latín que dice que fue construido por Marco Agripa, hijo de Lucio que fue tres veces cónsul de Roma.
Durante la primera centuria de nuestra era el panteón de Agripa fue destruido por un incendio; 40 años después, el emperador Adriano (76-138) ordenó su reconstrucción y restauración.
Se cree que fue el mismo Adriano el arquitecto que se encargó de seguir el mismo diseño con el propósito de darle un lugar a los dioses romanos y a los dioses de los territorios que conquistaban.
En esa misma época, comenzó a reforzarse la idea en Roma de que el emperador era una divinidad. A Adriano se lo relacionaba con el dios romano del Sol, Helios, por lo tanto podía usar el templo; pero sólo lo utilizó como tribunal para celebrar diversos juicios.
El derecho divino de los emperadores era una doctrina sostenida por los que tenían el poder, que los habilitaba a gobernar a su pueblo como enviados de Dios, de modo que rebelarse contra su mandato era considerado un pecado.
Quinientos años después, el rey bizantino Flavio Focas cedió el panteón de Agripa al Papa Bonifacio IV (550-615) quien lo convirtió en una iglesia cristiana en honor de la Virgen María y todos los santos.
En el siglo XVI, cuando el panteón de Agripa ya pertenecía a la Iglesia Católica, se comenzó a usar como panteón funerario para el descanso de personajes célebres de Italia.
Actualmente se encuentran los restos de los afamados pintores Aníbal Carracci (1560-1609) y de Rafael Sandio (1483-1520), y de algunos reyes de Italia como Vítor Emmanuel (1820-1878) y Humberto I (1844-1900).