La mitología en Roma
El mundo helénico estaba ya alcanzando su mayor apogeo (tanto artístico como cultural), cuando en el año 510 d.C., aproximadamente, se proclamaba como tal la Rebúplica de Roma.
Sin embargo, el pueblo romano no había conquistado aún su identidad como pueblo, algo que, por sí sólo, explicaría una evidente dependencia de la mitología romana respecto de la griega, pero es preciso reseñar (para conocerla), que también tuvieron influencias de muchos otros pueblos, tales como la cultura etrusca (que determinó, en cierto sentido, varios de los caracteres principales y fundamentales del propio pueblo romano; por ejemplo, cabría destacar en este punto el culto a los muertos), las culturas itálicas primitivas (importantes también por su sabiduría casi ancestral), y de, como sabemos a modo general y a grosso modo, la propia y misma cultura griega, donde, tras la conquista en sí, se produjo una auténtica colonizacion, tanto artística como cultural; algo interesante, teniendo en cuenta que se produjo desde los vencidos a los vencedores.
Pero no hay que equivocarse, pues sería un gravísimo error considerar a la mitología romana como una burda imitación de la griega. Fueron de su interés, pues los romanos nunca habían imaginado, ni por asomo, a sus dioses con forma humana, ni contaban en cierto sentido con un conjunto de mitos relacionados entre sí. Y es que la fusión definitiva del panteón grecorromano se produjo aproximadamente en el año 148 a.C., latinizando totalmente a la mitología griega, siguiendo adorando a sus dioses de caracter local con su nombre principalmente original, pero asimilando como divinidades primeras a los dioses griegos.
El hombre de Roma tiene la convicción y la misión transcendente de gobernar, de ordenar ese mundo ya conquistado, y en el que la familia aparece como módulo fundamental en la sociedad.
Como indicamos anteriormente, es preciso destacar (y tener en cuenta), que muchos otros pueblos tuvieron una influencia vital en la propia mitología romana, dado que, a medida que se fueron extendiendo a lo largo y ancho del mundo, su panteón fue adquiriendo a un número creciente de dioses extranjeros; algunos asimilados, y otros «cambiados». Pues, además de cambiar en algunos aspectos el nombre de esas divinidades, latinizándolos, también llegaron a adorar dioses extranjeros con su nombre original.