El Apocalipsis
En muchas religiones occidentales el Apocalipsis comprende el período de catástrofes naturales que se cree puedan acontecer antes del fin del mundo, cuando el Ser Supremo venga a la Tierra para el juicio final.
Esta idea proviene tanto del Cristianismo como del Judaísmo y del Zoroastrismo.
Algunos libros sagrados hebreos contienen descripciones del Apocalipsis, así como también en las escrituras cristianas que lo representan con imágenes tenebrosas del fin de los tiempos donde los pecadores serán castigados y los justos agraciados.
El fin de los días se irá anunciando a través de una serie de calamidades y otras señales misteriosas que los escritores de ciencia ficción han utilizado para ganar mucho dinero con sus películas.
El Apocalipsis de San Juan, o libro de la Revelación, último del Nuevo Testamento escrito en el siglo I después de Cristo, contiene visiones catastróficas, alegorías y símbolos que han estado sujetas a distintas interpretaciones.
Una de ellas es que se trata de una crisis de fe ocurrida en esos tiempos, posiblemente debido a las persecuciones romanas, que generó la necesidad de buscar una forma de atemorizar a la gente para mantener y difundir la religión.
San Juan aconseja a sus hermanos a no perder la fe y mantener la esperanza de que Dios vencerá al mal.
Los profetas relatan el Apocalipsis en forma simbólica y oscura de modo que pueda interpretarse de muy distintas maneras.
La humanidad ha atravesado períodos históricos de graves crisis que han llevado al hombre a creer en el fin de los tiempos.
Desde el punto de vista científico, nuestro mundo alguna vez, dentro de muchos millones de años es probable que deje de existir y muera como algún día también moriremos cada uno de nosotros, porque es la característica esencial del mundo material.
Cada crisis provoca una pérdida de la fe y la humanidad cuando pierde la fe pierde también la esperanza en el futuro.
Cuando apareció el cometa Halley a principios de siglo, muchos científicos estaban convencidos que eran altas las posibilidades que se estrellara contra la Tierra y que este choque ocasionaría el fin del mundo como lo conocemos.
Algunas personas se suicidaron cuando conocieron estas noticias, sin embargo la mayoría fue valiente y mantuvo la esperanza a pesar de las noticias desalentadoras, siguieron trabajando, casándose y teniendo hijos.
A principios de la segunda guerra mundial Sigmund Freud vaticinó que triunfaría el instinto de muerte y la humanidad sería aniquilada.
Durante la guerra la gente se enamoraba y se casaba, hacían el amor mientras la ciudad era bombardeada, se habían acostumbrado a vivir el día a día sin pensar en qué podría pasar al día siguiente.
Muchos perdieron todo, vivienda, familia, sin embargo la mayoría sobrevivió a todas sus tragedias y lograron comenzar una vida nueva, a veces en otros países, con otras costumbres, otros climas, en el exilio.
La gente pensaba en esa época que con las armas que existían la humanidad desaparecería. Es verdad que se perdieron muchas vidas inútilmente, ya que en las guerras no existen los vencedores, pero los seres humanos siguieron existiendo y toda esa devastación el hombre la utilizó para activar las economías.
Las armas atómicas dieron lugar a una agudización del miedo a fin del mundo y la gente se volvió nuevamente escéptica, porque nada vale la pena cuando parece que el barco se hunde sin remedio.
Sin embargo, todas esas calamidades se superaron y aunque siempre existe el peligro de que el hombre provoque su propia destrucción, aún seguimos viviendo.
El fin del mundo es una metáfora, porque cada uno de nosotros tiene su propio fin del mundo cuando muere, de modo que no representa algo tan diferente, no es para nosotros ninguna novedad que algún día nuestra vida termine.
Aunque el fin del mundo fuera una posibilidad concreta, ¡qué nos importa! Si lo único importante es el día de hoy, es el haber amanecido, es estar respirando, poder seguir amando a nuestros seres queridos, ver crecer una planta, disfrutar de la naturaleza, ver pasar las estaciones y darle la bienvenida a una nueva primavera.
Qué importa lo que pase mañana si hoy estoy todavía aquí, teniendo la oportunidad de vivir un día más.