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Juicio a Dios – Juan Pablo II

Publicado por Malena

Juicio a Dios - Juan Pablo II

La historia de la salvación no es fácil de entender, sin embargo Juan Pablo II afirma que es muy sencilla.

Para el iluminismo el hombre es autosuficiente, no necesita de Dios. Sin embargo, el mundo no es un lugar donde el hombre pueda ser siempre feliz, más bien parece ser la fuente de su perdición.

Este mundo en constante aparente progreso, moderno en comunicaciones y en civilización, cada vez más organizado democráticamente, donde parecen no existir las limitaciones; no es capaz de hacer feliz al hombre, de salvarlo de la maldad, de las enfermedades, de los cataclismos, de las catástrofes y de otros males.

El mundo está sometido a la precariedad, a la corrupción y a la mortalidad.

La vida eterna sólo la da al hombre el amor de Dios, porque el mundo está condenado a la caducidad y la muerte.

Jesús encontró un mundo que merecía la condenación, pero no vino a este mundo para juzgarlo sino para salvarlo.

La primera condición para la salvación es el reconocimiento de la tendencia del hombre al pecado; porque Jesús acepta a sus hijos pecadores tal como el padre aceptó a su hijo pródigo sin importarle lo que haya hecho, tal como relata la conocida parábola.

Muchos historiadores se interesan en la historia de la salvación porque ofrece una inspiración para entender la historia de la humanidad.

La historia de la salvación no plantea sólo la cuestión de la historia del hombre sino que se ocupa también del problema del sentido de la existencia, siendo a la vez historia y metafísica.

Los cristianos, a través de los siglos, se han cuestionado por qué existe el mal, el sufrimiento, la injusticia, la enfermedad en el mundo; si Dios es misericordioso y representa el amor mismo.

¿Cómo Dios permite las guerras y deja al hombre solo frente a la tragedia?

Dios creó al hombre racional y libre y la historia de la salvación es también la historia del juicio permanente del hombre sobre Dios.

Dios comparte el destino del hombre con la humillación de la crucifixión; acontecimiento clave para la interpretación del sufrimiento.

La crucifixión es una prueba de la solidaridad de Dios con el sufrimiento del hombre.

Todos los sufrimientos individuales de la humanidad y también los colectivos o los causados por las catástrofes, los cataclismos y los provocados por la voluntad humana, como las guerras y los genocidios, están contenidos en la muerte de Cristo en la cruz, asumiendo la condición de siervo.

¿Pero si Dios es omnipotente por qué no elimina los males de este mundo?

Frente a la libertad humana Dios ha querido ser impotente. Sin embargo, Dios está siempre al lado de los que sufren y les da la oportunidad de salvarse y vivir una vida eterna.

¿Pero qué significa salvarse?

Dios nos salva del mal definitivo, radical, de la muerte eterna, de la condena eterna.

La vida eterna es la felicidad de la unión con Dios, la visión del Ser divino cara a cara; el cumplimiento de la máxima aspiración del hombre, la plenitud de la verdad y del bien.

La intuición platónica de la idea de bien la confirma el cristianismo en forma definitiva; aunque no se trate de la unión con la idea de bien sino de la unión con el Bien mismo.

La vida eterna no tiene límite de tiempo ni de espacio.

Dios desea que todos los hombres se salven y vivan eternamente y no es Él el que los rechaza sino los hombres son los que lo rechazan a Él.

El hombre se puede salvar, aún cuando haya sido toda su vida un pecador, si se arrepiente de sus pecados en el último momento de su existencia y pide perdón.

Fuente: Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la Esperanza, Ed. Plaza & Janes, 1994