Filosofía educativa
Se transmite una filosofía en la actividad educativa.
La educación es el arte de la transmisión del saber de una cultura a las nuevas generaciones.
Este saber incluye, tanto el aspecto informativo sobre los conocimientos que el hombre ha adquirido a lo largo de su historia; como el formativo sobre los valores universales y las bases del comportamiento que hacen posible la convivencia.
El cuerpo de conocimientos, por lo general, está contenido en programas de estudios que han sido elaborados y actualizados por autoridades a cargo de instituciones educativas idóneas; pero en cuanto a la transmisión de los valores universales y los modos de comportamientos deseables y necesarios para asegurar la paz, tranquilidad y la salud pública, siempre se han mantenido en un terreno difuso y han sido difíciles de encuadrar en un marco común, quedando al arbitrio de la cosmovisión de los funcionarios y educadores de turno.
Las ideologías cambian, porque toda sociedad se rige por procesos dinámicos dictados por las necesidades de los pueblos y la realidad histórica, pero los valores universales, que son permanentes y propios del hombre, tienen que permanecer vigentes y vivos en toda forma de pensamiento racional para lograr una convivencia pacífica y favorecer el desarrollo de los pueblos.
El comportamiento moral es único porque no hay dos morales diferentes y sólo es la conducta ética la que le permite al hombre mantener su dignidad, elevar su autoestima, ser aceptado y respetado por sus semejantes y ser apoyado para participar creativamente en su ambiente.
No se trata de inculcar religiones o mitos, sino de transmitir principios y reglas de convivencia que es necesario defender para que la corrupción no destruya las sociedades que el hombre ha construido.
En este sentido, la filosofía educativa debe ser un faro que guíe la formación de los individuos, proporcionando un marco de referencia que permita discernir entre lo correcto y lo incorrecto, lo justo y lo injusto. Debe ser una herramienta que permita a los jóvenes entender el mundo en el que viven, y cómo pueden contribuir a mejorarlo.
Las grandes ciudades del mundo, refugio y campo de acción de los que deciden vivir al margen de la ley, y donde el anonimato permite mantener una falsa imagen, se han convertido en el escenario principal de los peores crímenes.
Las organizaciones clandestinas actúan impunemente, apoyadas por los poderes policiales y políticos, construyendo una realidad paralela con beneficio propio, donde pueden hacer respetar sus propias reglas.
El ocasional triunfo de estos grupos relativiza los valores, por lo que muchos jóvenes llegan a perder el sentido de la vida y la esperanza en un mundo mejor.
Los jóvenes se identifican con ideologías extremistas, porque precisamente la omnipotencia es una característica de la adolescencia; sin saber que los extremos se tocan.
Es durante la juventud cuando se quiere cambiar el mundo y cuando el idealismo permite atreverse a rebelarse contra el orden establecido; convirtiéndose en presa fácil de los ideólogos de turno que preparan el caldo de cultivo para el caos.
La docencia ha sido siempre en todo el mundo una actividad mal remunerada, siendo la labor de un docente esencial para la educación y la formación de los ciudadanos.
La educación no se prioriza debidamente, siendo la única garantía del control de la violencia y la única forma de terminar con la exclusión.
Esta situación genera frustración y descontento entre los educadores provocando la consecuente reacción contra lo establecido, generando un marcado oposicionismo, que a veces sirve para afianzar identidades poco firmes, con la ilusión de que solamente con la rebelión se podrán obtener logros.
Mientras que los que son padres pueden transmitir los mismos mensajes de intolerancia e impaciencia, provocando en los jóvenes una necesidad de reaccionar violentamente frente a todo.
Todo educador tiene en sus manos los hombre del futuro y el destino de una nación. Por ello, es crucial que se les dote de las herramientas necesarias para llevar a cabo su labor con eficacia y responsabilidad. La formación continua y el apoyo institucional son fundamentales para que los educadores puedan desempeñar su papel de manera efectiva.
Además, es importante que se fomente una cultura de respeto y valoración hacia la labor docente. La sociedad en su conjunto debe reconocer la importancia de la educación y el papel crucial que desempeñan los educadores en la formación de los ciudadanos del futuro.
En este sentido, la filosofía educativa debe ser un instrumento que permita a los educadores transmitir no sólo conocimientos, sino también valores y principios que ayuden a los estudiantes a desarrollarse como individuos responsables, respetuosos y comprometidos con su entorno.
En definitiva, la filosofía educativa debe ser una guía que oriente la formación de los individuos, proporcionando un marco de referencia que permita discernir entre lo correcto y lo incorrecto, lo justo y lo injusto. Debe ser una herramienta que permita a los jóvenes entender el mundo en el que viven, y cómo pueden contribuir a mejorarlo.