Lucrecio
Dentro del epicureismo encontramos dos visiones diferentes respecto al arte y la belleza. La primera, la mantenida por el propio Epicuro y sus primeros seguidores, tiene una visión sumamente negativa. No considera que el arte tenga un verdadero valor, que sirva para algo, incluso se mantiene que los poetas deberían estar alejados de la ciudad, porque son perniciosos. Tampoco se considera la arte autónomo, depende de las demás actividades humanas. Y aunque los defensores de esta rama acepten que un hombre inteligente puede acudir al teatro a menudo y divertirse con ello, no puede tomárselo en serio. El arte no debe ser algo importante en la vida de ninguna persona inteligente. Sin duda alguna, ésta es una visión sumamente extraña para nosotros, pero esto es lo que ellos defendían.
Pero, sin embargo, como ya dijimos antes, existía otra visión, que en el ámbito de la estética comenzaría más tardíamente que la anterior y que fue defendida por autores de la talla de Lucrecio y Filodemo. Ambos los podemos entender como paradigmas de esta otra forma de ver el arte y la belleza por parte de os epicúreos.
Lucrecio
Lucrecio fue un filósofo y poeta romano que vivió en el siglo I a.C. Como ya hemos dicho era epicúreo y aunque su pensamiento fue más extenso aquí nos vamos a referir exclusivamente a lo que dijo sobre el arte. Antes que nada, tenemos que aceptar que dedicó más tiempo a otros temas que a la estética, como así lo hicieron los demás epicúreos, pero sin duda alguna lo hizo con más rigor, profundidad y menos beligerancia que la mayoría que sus compañeros de escuela.
Así, para Lucrecio el arte, sus formas, provienen de la naturaleza, ya que ésta ha sido el modelo de aquellas. Por ejemplo, asegura el pensador romano que imitando el canto de los pájaros es como como el hombre ha logrado crear canciones, y más: «Pero los hombres imitaron con la boca los fluidos sonidos de las aves / mucho antes de que delicados poemas con el canto / pudieran cultivar y complacer el oído. / Y los silbidos del Céfiro, a través de los huecos de las cañas, en primer lugar / enseñaron a los hombres silvestres a soplar los huecos caramillos. / De ahí, poco a poco, aprendieron las dulces quejas». Con “dulces quejas” se está refiriendo a la poesía, claro.
En un primer momento, asegura Lucrecio, el arte no era más juego, algo con el que pasar el rato. Pero poco a poco se fue desarrollando, tomando cada vez más importancia «hasta conseguir las máximas cumbres» en la música, la escultura o la pintura.
Lo importante es que, según el romano, todo este proceso se ha desarrollado tanto racional como utilitariamente: « […] Así cada cosa poco a poco revela a la vista el tiempo / y la razón la saca a las regiones de la luz; / pues los hombres veían que en su espíritu se iluminaba una cosa tras otra, / hasta que con sus artes llegaron a la más alta cima.
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