Estéticas
Epicuro y sus seguidores consideraban que el arte no era autónomo. Además de denostarlo por su poco valor, o quizás por eso mismo, asumían que no podía regirse por leyes propias. Debía seguir los preceptos generales del hombre. Así, por ejemplo, Epicuro llegó a asegurar que la poesía no debía contar nada que no fuera sustentado por la verdad científica. Así de recluida estaba el arte según los epicúreos. No tenía ninguna capacidad de movimiento, o francamente poco.
De la misma forma, otro epicúreo, como lo era Lucrecio, y de su importancia os hablaremos en breve, otorgaba al arte un papel servil, al servicio de la filosofía, llegando a asegurar que «el arte es la criada de la filosofía» (ars ancilla philosophiae).
Sencillamente, para los epicúreos el arte carece de objetivos propios, de fines que le den sentido y criterios autónomos por los que se pueda regir. No hay nada de eso para ellos. El arte depende de la ciencia o, simplemente, de todo lo demás, para ser. Lo que solamente le permite una vida bastante pobre, es evidente.
Las dos estéticas
Sin embargo, esta visión sombría del arte no fue seguida por todos los epicúreos. Si bien es cierto que era la mantenida por su fundador y que estuvo vigente durante varias generaciones de seguidores, con el paso del tiempo fue modificándose. Y uno de los grandes partícipes de este cambio fue ni más ni menos que Lucrecio. Sí, el mismo que acabamos de asegurar que veía al arte como la criada de la filosofía. Tampoco deberíamos olvidarnos, como iniciadores de este cambio, al humanista Filomeno.
De esta forma, los epicúreos comenzaron a estudiar la estética desde un punto de vista diferente, con más rigor y seriedad. Que, por otra parte, es lo suyo cuando pretendes estudiar cualquier campo de conocimiento.
Pero, ¿por qué surgió esta nueva visión? ¿En qué radicaba su cambio?
Bien, hasta ahora hemos visto cómo los epicúreos entendían el mundo exclusivamente desde el punto de vista de la utilidad, del interés, digamos que, vital de los individuos. No olvidemos que Epicuro entendía dos tipos necesidades, unas imprescindibles y otras prescindibles, siendo las primeras las que deben importarnos. Naturalmente, el arte caería en el ámbito de las segundas.
Esta visión era muy desfavorable para el arte y la belleza, ya que le excluía de cualquier valor que pudiera tener. En cierta forma es similar a la postura platónica, pero el filósofo ateniense sólo criticaba al arte de su época, no a la belleza.
En cualquier caso, su posición teórica dejaba de lado el interés por la estética por lo que sus posiciones al respecto eran erradas, conservadoras y poco meditadas (ya hemos visto en artículos anteriores las contradicciones existentes respecto a la belleza y al arte).
Sin embargo, la nueva corriente, partiendo de Demócrito, se oponía a cualquier tipo de idealismo y misticismo, fundándose en el naturalismo y empirismo. Tampoco es que fuera algo radical, puesto que todos los epicúreos eran materialistas, pero sí que propició una visión más amable respecto al arte, aunque apareciera en la estética epicúrea más tardíamente que la anterior. Y en la que, como ya hemos dicho, Lucrecio y Filodemo fueron fundamentales.
Imagen: luventicus.org