La belleza es relativa
El mundo del arte no entraba dentro de las principales preocupaciones sofistas, su interés radicaba más en el campo de la moral o la religión, pero ello no es óbice para que sus aportaciones en el campo del arte no fueran de vital importancia. Ya hemos visto alguno de sus aportes, como la distinción entre artes útiles y bellas o su definición de la belleza, que entroncada con la anterior diferenciación, separaron lo moralmente bueno de lo estéticamente bello. Distinción que si bien no fue predominante en su época, sí que parece serlo en la actual.
Realmente, su concepción del arte bebe directamente de sus presupuestos generales. Su concepción hedonista del arte y la belleza se relaciona con cómo veían el mundo. Y así, de igual manera, la otra consideración importante respecto a la belleza.
La belleza es relativa
Para los sofistas las leyes, los sistemas políticos y la religión eran relativas, dependían del contexto y de los seres humanos que las creasen. Siguiendo este hilo argumentativo, está claro que tenían que considerar al arte y a la belleza igualmente relativas, condicionadas. Siendo el fundamento de esta consideración su postulado principal: «el hombre es la medida de todas las cosas».
Aunque, ciertamente, no se ha conservado ningún texto de los principales sofistas que atestigüe esta concepción, sí que lo encontramos en el Dialexeis, un tratado sofista, anónimo, que dedica buena parte de sus páginas a tratar sobre La belleza y la fealdad, aduciendo que la una y la otra son relativas, dependiendo de las circunstancias. Así, mientras es bello que las mujeres se pinten, es feo que lo hagan los hombres; mientras que en Tracia los tatuajes son considerados un adorno, en otros países se ve como castigos a los presos; no dar educación superior es bello en Esparta y feo en Jonia; hacer bien a los amigos es bello, pero no lo es a los enemigos.
Comprobamos, en el texto anterior, que los propios sofistas todavía no habían separado entre bien y bello, algo que harían posteriormente. Si referenciamos el texto es porque demuestra que, incluso en una etapa más temprana, los sofistas defendían la relatividad de la belleza, dependiendo del contexto y la situación.
No estaban solos
Pero los sofistas no estaban solos. La misma idea la encontramos en Jenofonte, cuando aseguraba que si los bueyes o los perros pudieran pintar al igual que los hombres, los bueyes dibujarían a los dioses semejantes a los bueyes, los perros a los perros, y así sucesivamente. No podemos obviar que este argumento es principalmente un ataque a la religión pero no deja de dejar entrever una convicción respecto a la relatividad del arte.
De igual forma, el dramaturgo Epicarmo, aseguraba que no hay nada admirable en que la raza humana nos parezca hermosa, ya que la perra parece hermosa al perro, la vaca al buey, la cerda al cerdo, etc.
Vemos que Epicarmo, y un poco también Jenofonte, va incluso más allá de la idea de que el hombre es la medida de todas las cosas. De sus palabras se sigue que para cada especie, ella misma es la medida de todas las cosas, puesto que sólo podrán ver estas desde su perspectiva.
Imagen: ecosofia.org