Historia de la estética (VIII): el Reanacimiento
Como ya dijimos en las correspondientes entradas de nuestra historia de la estética, Platón y Aristóteles dejaron una profunda huella que llegó hasta la posteridad. Tanto es así que la huella de Platón y Aristóteles estará presente en el Renacimiento, más de 2.000 años después de que estos dijeran todo lo que tenían que decir sobre cuestiones estéticas. No obstante, esto no quiere decir que el Renacimiento sea una repetición de teorías de los clásicos de la antigüedad o que simplemente se dedicaran a discutir cuestiones antiguas. Nada más lejos de la verdad. En efecto, en la estética renacentista se dejará ver la impronta de este movimiento y periodo histórico.
El realismo en pintura
Lo que se busca en el Renacimiento es representar fielmente la realidad, sea la realidad de las acciones humanas, sea el aspecto físico de las personas, sea la naturaleza. En este sentido, un cuadro, una pintura, ha de ser como una ventana a la realidad. Desde este punto de vista, el concepto central en el Renacimiento será el de fidelidad de la representación. Esto cruza toda la estética y todas las obras de arte de este periodo.
Además, durante el Renacimiento, se desarrolló una nueva técnica que permitió a los artistas representar la realidad con mayor precisión: la perspectiva lineal. Esta técnica, que se basa en la idea de que las líneas paralelas convergen en un punto de fuga, permitió a los artistas crear la ilusión de profundidad y distancia en sus obras, lo que contribuyó a su objetivo de representar la realidad de manera más fiel.
El neoplatonismo de Marsilio Ficino
Marsilio Ficino fue un neoplatónico empedernido. Se dedicaba, entre otras cosas, a traducir a Platón y a Plotino. Asimismo, en 1462 fundó la nueva Academia. Defendió una teoría de la contemplación en dos de sus obras: De amore y Theologia platonica. La teoría se basa en el Fedón de Platón y viene a decir, más o menos, lo siguiente: A través de la contemplación, la conciencia se separa, de alguna manera, del cuerpo, gracias a lo cual consigue acceder a un estado de consciencia 100 % racional, que puede divisar, mentalmente, las formas platónicas.
Es una forma de concentración interior, la cual es necesaria para la creación de obras de arte. De este modo, según Ficino, el artista tiene un grado de conciencia especial, lo cual le permite anticipar con la conciencia de las formas lo que es actualmente existente.
Este desapego de la conciencia con respecto del cuerpo que supone la contemplación, según Ficino, es necesario tanto para la creación artística como para la contemplación de la belleza. Es importante destacar que Ficino también defendía la idea de que la belleza es una manifestación de lo divino en el mundo sensible, lo que le otorga un valor trascendental a la creación y contemplación artística.
Alberti, da Vinci y Durero: el status de la pintura
Desde la antigüedad y durante la Edad Media la pintura se había considerado una especie de arte de segunda categoría, es decir, un arte manual. Lo que intentaron en su obra Leon Battista Alberti, Leonardo da Vinci y Alberto Durero fue cambiar esto, proponiendo a la pintura como una de las bellas artes. Tanto para Alberti como para da Vinci, el pintor ha de tener un talento especial y unos conocimientos específicos y teóricos de las cuestiones humanas así como de la naturaleza humana. De este modo, ha de ser un científico, de tal modo que el conocimiento de las acciones humanas y de las leyes de la naturaleza, le permitan representar tanto motivos relacionados con la forma humana de vida, como eventos naturales.
Coinciden ambos autores con el punto de vista de Durero. En efecto, los conocimientos que ha de tener el pintor han de ser, sobre todo, conocimientos matemáticos. Esto refleja la creciente importancia que se le daba a la ciencia y al conocimiento empírico durante el Renacimiento, y cómo estos se aplicaban a las artes.
Platón, Aristóteles y la poética
Si bien Aristóteles y Horacio fueron las figuras que dominaron la poética renacentista, lo cierto es que el aristotelismo no fue asumido pasivamente. Se criticó el concepto de imitación, así mismo se puso en duda la clasificación aristotélica de la poesía en géneros y la obediencia de reglas fijas por parte de esta.
Por lo que a Platón respecta, se discutió su idea de que los poetas mienten e inducen a la inmoralidad. Sin embargo, también se rescató su idea de que la poesía tiene un valor educativo y moral, y se exploró la posibilidad de que los poetas, a través de su obra, puedan transmitir verdades profundas sobre la naturaleza humana y el mundo.