La Metamotivación
Más allá de la satisfacción de las necesidades básicas y de la autorrealización se encuentran las raíces de los valores; o sea la metamotivación, cuando las personas se sienten motivadas a alcanzar objetivos superiores.
La autorrealización se define como la plena gratificación de las necesidades como el afecto, la pertenencia, el respeto y la autoestima, o sea cuando se experimenta el sentimiento de arraigo, de amor, se tienen amigos, se ocupa un lugar en la vida digno, se logra el respeto de los demás y cuando uno se valora y respeta a sí mismo.
La naturaleza humana incluye los valores intrínsecos, que son de carácter instintivo y necesarios para evitar enfermarse y para lograr el total crecimiento y desarrollo como ser humano.
Sin embargo, aunque potencialmente no está excluida, la mayoría no tiene oportunidad de realizarse.
Las enfermedades provocadas por la imposibilidad de acceder a los valores intrínsecos, o sea la vida espiritual y las más altas aspiraciones de la humanidad; se las llama metapatológicas, debido a la falta de la satisfacción de las metanecesidades.
Estas enfermedades se manifiestan a través de distintos trastornos sociales, vacío existencial, mecanización, robotización, aislamiento, individualismo, despersonalización, alienación, pérdida de la identidad, depresión, tendencias suicidas, trastornos de carácter, etc.
Si la ausencia de valores supremos es capaz de producir enfermedades es razonable considerar a estos valores fundamentales como necesidades instintivas que pertenecen al ámbito de la ciencia y no son solamente cuestiones exclusivas de teólogos, filósofos o artistas.
La vida espiritual o valorativa pertenece a la naturaleza y puede ser estudiada por psicólogos, asistentes sociales, neurólogos, endocrinólogos y especialistas en genética y bioquímica, con los métodos adecuados.
Esta carencia proviene tanto de lo externo como de lo interno, porque no sólo el ambiente impone la ausencia de valores sino que también internamente estos valores supremos atemorizan y producen ambivalencia y conflicto al hombre.
Todos los mecanismos de defensa psicológicos que tiene un ser humano se ponen en funcionamiento, en oposición a lo más elevado que hay dentro de él mismo.
La vida espiritual es parte de nuestra biología y parte de la esencia humana y no algo exterior sobrenatural como en la historia de la humanidad se ha considerado casi siempre.
Las metanecesidades incluyen los placeres y la felicidad más elevada, desde el alivio del dolor, pasando por el gusto por estar con amigos, disfrutar de la música, tener un hijo y el placer del amor, o sea los metaplaceres.
La necesidad de la vida espiritual se manifiesta con voces más débiles que las de las necesidades básicas, pero se llegan a escuchar.
Existen técnicas de introspección que nos permiten conectarnos con nuestra sensibilidad interna y percibir las señales que provienen de nuestro anhelo de belleza, justicia, verdad, perfección, etc.
Las técnicas de contemplación o meditación nos llevan a vivenciar toda esa riqueza interior.
Cuando se llega a un nivel supremo de percepción (iluminación, despertar, visión interior, percepción mística, estado de gracia), y de liberación emocional de conflictos, miedos, inhibiciones, defensas, etc., se puede ver la realidad en su propia naturaleza sin la interferencia de lo humano; y se percibe como es, verdadera, buena, perfecta, integrada, viviente, ordenada, bella, etc.
Se pone fin a la dicotomía ser y deber ser, porque ambos se funden en una unidad, valores intrínsecos y realidad fundamental; la contemplación de los valores fundamentales coincide con la contemplación de la verdadera naturaleza de la realidad y con uno mismo.
Esta realidad produce una respuesta de amor, de devoción, de lealtad y de experiencias cumbres; y la aceptación de nuestra naturaleza biológica profunda, igual a la de la naturaleza en general.
Esta comunión de una persona con lo que la trasciende se puede considerar una experiencia biológica.
Estos valores son trans humanos, existen más allá de la vida individual, no se inventan, se perciben como perfección e imponen adoración, reverencia y celebración.
La fusión con ellos es el mayor goce para un ser humano y esta postura teórica coincide con muchas doctrinas religiosas.
Fuente: “Más allá del Ego”, Abraham Maslow y otros.