Max Scheler
Max Scheler, (1874-1928); es un filósofo alemán, nacido en Munich, interesado en la fenomenología de Husserl; pero mientras Husserl, formado en las matemáticas, es principalmente lógico; Scheler se preocupa más de los problemas del espíritu y de los valores del hombre.
Scheler también asimila las ideas de San Agustín, Pascal y Nietzsche.
Sus teorías metafísicas evolucionaron desde una posición ortodoxa católica a una concepción de Dios y del mundo similar a la del panteísmo romántico del siglo XIX; y desarrolla sus ideas formulando una crítica al formalismo ético de Kant, al empirismo ético y a todo relativismo y psicologismo.
Para comprender a Scheler hay que basarse en su teoría de los valores y en sus ideas sobre el ser del hombre.
Scheler mantiene el dualismo de otras filosofías al ver al hombre como un habitante de dos reinos diferentes, cuya clave es la noción de valor y la de espíritu.
Para Scheler, los valores son objetivos y absolutos, ajenos a cualquier tipo de relativismo o contingencia; y el espíritu es la capacidad para volverse al mundo de los valores y de las esencias.
El hombre es un ser de impulsos y de espíritu y su inteligencia no es exclusiva de él, porque también los animales participan de la misma inteligencia, aunque en diferente grado.
El ser psicofísico, para Scheler, lo constituyen el impulso afectivo, el instinto, la memoria asociativa y la inteligencia práctica.
El hombre se singulariza porque posee un espíritu y necesita concebir la idea de un ser superior a él, externo a él, infinito y absoluto.
Una vez que el hombre ha hecho de la naturaleza su objeto, se vuelve sobre sí mismo y se pregunta dónde está y cuál es su lugar en el mundo; descubriendo que existe la posibilidad de la nada absoluta, lo que hace que se siga cuestionando.
Esta esfera de un ser absoluto pertenece a la esencia del hombre, como la conciencia de sí mismo y la conciencia del mundo, al margen de que sea posible o no el conocimiento o la vivencia; porque la conciencia del mundo, la conciencia de sí mismo y la conciencia de Dios representan una unidad estructural.
Desde el momento en que el hombre comenzó a adaptar el mundo a sí mismo y a su vida; y se colocó fuera de la naturaleza para hacerla su objeto, ya no pudo concebirse como parte del mundo.
Scheler niega el supuesto teísta de un Dios espiritual, omnipotente y personal; para él la relación del hombre con el principio del universo es que este principio se aprehende inmediatamente y se realiza en el hombre mismo como ser espiritual.
Esta es la idea de Spinoza y de Hegel “El Ser primordial adquiere conciencia de sí mismo en el hombre, en el mismo acto en que el hombre se contempla fundado en él”.
El hombre y Dios advienen juntos desde un principio y el espíritu y el impulso se desarrollan a través de sus manifestaciones en la historia. Esto significa que el hombre tiene que reconocer un Dios imperfecto, que se está haciendo junto a él.
Solamente cuando el hombre se conozca a sí mismo a través de la evolución, podrá tener conciencia de su parte en la lucha de la Divinidad y como coautor de ella.
Claro que la necesidad de protección y amparo es demasiado grande todavía para que la humanidad la acepte; ya que el Dios absoluto no existe para protegernos, pero sí hay consuelo en la realización de los valores en la historia del mundo hasta el presente.
La estructura fundamental del ser hombre explica todas las obras del hombre, el lenguaje, la conciencia moral, las herramientas, las armas, el mito, la religión, la ciencia, la historicidad y la sociabilidad.
Fuente: “El Puesto del Hombre en el Cosmos”; Max Scheler.