Filosofía

La Búsqueda

Publicado por Malena

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Osho nos dice que la vida es una permanente búsqueda, un deseo muy profundo de buscar algo que no sabemos qué es, que no se puede satisfacer nunca con nada, porque ni bien obtenemos algo, nuestro interés se disipa como por encanto; y entonces continúa uno buscando otra cosa.

Parecería que la frustración es la tragedia de la vida del hombre, seguir buscando y no estar nunca satisfecho.

Es importante entender el sentido de esta búsqueda y detenernos a pensar qué es lo que realmente estamos buscando, debe ser algo que no está en este mundo porque todos, de cualquier condición, en este mundo, tengan lo que tengan, desean algo.

Recién cuando nos volvemos más alertas, más conscientes y tratamos de ver más claro qué es lo que buscamos e intentamos definirlo, nos transformamos y comenzamos a perder interés en ello.

De manera que la necesidad de la búsqueda existe cuando no estamos conscientes. La falta de conciencia es la que genera la búsqueda.

Cuentan que Alejandro Magno cuando conquistó el mundo se encerró en su palacio para llorar. Él jamás había llorado, ni siquiera en las peores circunstancias, sin embargo, cuando logró todo se sintió que había fracasado, porque no le veía sentido a nada.

Sin embargo, ese vacío que se siente cuando se consigue todo y no se tiene más objeto de búsqueda, vuelve a la persona hacia si misma y de pronto todos los valores cambian.

La meditación es eso, es volver a enfocar la mirada hacia el interior, que al principio parecerá un lugar muy oscuro pero que pronto, al adaptar los ojos a esa oscuridad se comienza a ver la luz.

Entonces es cuando nos damos cuenta que el tesoro que estábamos buscando estaba dentro de uno mismo no afuera.

El cuento del Rabino Eisik, hijo del rabino Yekel, de Cracovia, se refiere a este tema:

El Rabino Eisik, soñó tres noches seguidas que alguien le decía que debajo del puente que hay que atravesar para llegar hasta el palacio del rey de Praga encontraría un tesoro.

Pensando que ese sueño era premonitorio el rabino partió a Praga.

Pero no pudo ponerse a excavar porque el puente estaba custodiado por guardias de día y de noche.

Pasó tantas veces por ese lugar que el capitán de los guardias le preguntó qué estaba buscando.

El rabino le contó el sueño que había tenido, que lo había llevado hasta ese lugar tan lejos de su casa.

El capitán se rió de él a más no poder y le dijo que si él creyera en los sueños habría tenido que viajar a Cracovia, porque había soñado tres veces que encontraría un tesoro enterrado debajo de la estufa de la habitación de un judío llamado Eisik, hijo de Yekel. Cosa difícil de lograr, le dijo, cuando la mitad de los judíos que viven allí se llaman Eisik y la otra mitad Yekel.

Al escuchar esto, el rabino Eisik se despidió con cortesía y volvió rápidamente a su casa en Cracovia, se puso a excavar debajo de la estufa de su habitación y encontró el tesoro, con el que construyó un templo.

Este cuento nos dice que hay algo que sólo se puede encontrar en un solo lugar y nunca en ninguna otra parte. Todo sueño o ilusión lo aleja a uno de si mismo por lo tanto aquellos que desean conocer lo real deben dejar de soñar y ser más conscientes.