Descartes y las Pasiones
Las pasiones en general, producen impresiones difíciles de olvidar
Para Descartes existen seis pasiones que se destacan y otras no tanto, derivadas de ellas.
La admiración, el amor, el odio, el deseo, la alegría y la tristeza son las pasiones más importantes y el resto se originan en ellas.
La admiración llega al alma a partir de una impresión que registra el cerebro, órgano que la tiene en cuenta por su rareza o por lo que tiene de extraordinario.
La admiración no se relaciona ni con el corazón ni con la sangre, sólo con el cerebro.
La admiración tiene mucha fuerza porque es algo súbito que repercute en los sentidos.
Lo novedoso es lo que produce admiración, su fuerza es desde su origen y su característica es la de imprimir una huella en el cerebro en zonas que habitualmente no se estimulan.
Esta particularidad produce asombro, es decir que todo el cuerpo queda estupefacto.
Las pasiones son las responsables de que los pensamientos permanezcan en el alma y no se borren fácilmente, de modo que no son útiles.
La admiración sin embargo tiene utilidad en el sentido que gracias a ella se puede aprender. Se puede observar que los que no se asombran por nada, por ser poco inteligentes, son también poco propensos para aprender, y los hombres de espíritu superior tampoco se sienten inclinados a admirarse o sorprenderse, por su suficiencia.
Son siempre los que no creen saberlo todo, los que tienen todavía capacidad de asombro.
La admiración no tiene que ser ni mucha ni poca, sino lo suficiente porque puede anular el uso de la razón.
El amor proviene del alma movida por los espíritus a unirse con los objetos que le convienen y el odio es la emoción que lleva al alma a querer separarse de los objetos.
Existen dos clases de amor, el benevolente, que es el que lleva a la voluntad a querer el bien para una persona y el amor de concupiscencia que es amor que hace desear lo que se ama; o sea, el que se tiene por las cosas buenas y el que se tiene por las cosas bellas y esta clasificación vale también para el odio, porque se odia lo malo y las cosas feas
El deseo es una agitación del alma producida por los espíritus, de manera que no solo se desea lo ausente sino que se desea también conservarlo.
El deseo que tiende al bien va acompañado de amor, de esperanza y alegría mientras el deseo que tiende al mal va acompañado de odio, temor y tristeza.
La alegría es la emoción de gozo por el bien de las impresiones que se producen en el cerebro.
La tristeza es la incomodidad del alma producida por el mal que registra el cerebro.
La alegría es la creencia de poseer un bien y la tristeza es la creencia de tener un mal o un defecto.
Cuando uno es saludable y el tiempo se mantiene sereno se sienten las impresiones que se producen en el cerebro como una alegría interior y la tristeza es el sentimiento contrario.
Las pasiones producen alteraciones en los órganos del cuerpo.
Cuando el amor no va acompañado de alegría esperanza o tristeza fuertes, el latido del pulso es igual y mucho más fuerte que habitualmente y la digestión de los alimentos es más rápida, de modo que esta pasión es útil para la salud.
El odio al contrario, produce un pulso desigual, más débil y más rápido, se pueden sentir escalofríos y el estómago se vuelve disfuncional.
El deseo es la pasión que agita el corazón con más violencia, provocando que los espíritus pasen a los músculos, se agudicen los sentidos y provea de mayor movilidad a todas las partes del cuerpo.
Para Descartes, todos los órganos que producen sangre también producen espíritus.