El Arte de hacerse rico, su lado oscuro
Existen hombres de negocios que se han hecho ricos de la nada, y que con apenas unos pocos dólares de inversión inicial pudieron crear grandes imperios.
Las enseñanzas financieras que brindan para ser como ellos resultan tentadoras y válidas, pero no son suficientes, porque requieren además que las personas que desean imitarlos sean seguras de si mismas, tengan autodisciplina, una gran dosis de audacia, les guste ese trabajo y tengan una fuerte resistencia a la presión financiera.
Diría que las estrategias financieras son las más fáciles de aprender y que lo más difícil es tener el espíritu adecuado que permita arriesgarse, poder vivir presionado por las exigencias de las finanzas, poseer la habilidad de ver los negocios ocasionales que vayan surgiendo en los mercados, y la tenacidad y presencia de ánimo suficiente como para esperar que el riesgo haya valido la pena.
Es verdad que los dueños de corporaciones son los que pagan menos impuestos con respecto a las personas de clase media que trabajan en relación de dependencia, hecho injusto desde todo punto de vista ya que son personas que ganan mucho dinero pero que utilizan artilugios legales para evadir la carga impositiva.
Los impuestos son los que hacen posible que una sociedad compleja funcione, ya que no solo son recursos que se utilizan para financiar guerras sino también para mantener las instituciones como escuelas y hospitales públicos, los servicios sociales, las pensiones por invalidez o edad avanzada, el mantenimiento y la limpieza de las ciudades, la atención de la seguridad pública y la construcción de obras públicas.
Tal como afirma el autor del best seller “Padre Rico, padre pobre”, Robert Kiyosaki, el capital privado se centra en aprovechar las oportunidades que el mercado brinda, ocasiones que sirven para aprender a hacer dinero fácil y rápido y no para atender necesidades sociales, por lo tanto no se puede esperar mucho de la iniciativa privada en lo que se refiere a inversiones que se necesitan, cuya rentabilidad puede no ser lucrativa.
Vivir de los negocios oportunistas es como apostar a las carreras. Hay que conocer bien el mercado de la misma manera que conocen los caballos los que compiten en el hipódromo.
El riesgo para el apostador existe cuando decide ganar más y no apostar al favorito, como también existe el riesgo para el inversor cuando invierte en negocios nuevos con mayores márgenes de ganancias que las inversiones seguras.
No todo el mundo puede estar dispuesto a vivir sin un marco de referencia que le proporcione la tranquilidad que no se puede permitir el que vive especulando y asumiendo el riesgo de perderlo todo.
Puede que en el futuro, cuando sea mayor, el que vive de un sueldo, si no ha podido ahorrar, tal vez tenga que reducir sus gastos y hasta mudarse a una casa más pequeña, pero mientras tanto, ha vivido su vida y la ha disfrutado en su momento, cuando era joven y tenía ganas de hacerlo. Mientras el que se dedicó de joven a invertir la mayor parte de su dinero, para darse los gustos tiene que esperar a ser mayor para gastar su dinero; que es cuando se comienza a apreciar la relatividad de las cosas y a elegir las que no tienen precio.
No creo que todo el que trabaja ejerciendo su profesión para ganar dinero, no le vea sentido a su trabajo y esté haciendo lo que no le guste. Tal vez al principio haya tenido que hacer alguna cosa ajena, pero a la larga la gente se define y termina haciendo lo que quiere.
También puede ser desagradable para muchos, pasarse la vida buscando el negocio que reditúe buenos ingresos, sólo para aprender a ser cada día más rico, pagar buenos sueldos y asegurarse la vejez, porque la seguridad no existe ni siquiera para los ricos.
Tener una corporación para eludir impuestos y acrecentar de esa manera el capital es una actitud individualista del que está gozando de todo lo que le brinda la sociedad gracias a los impuestos, que además estima que no es necesaria la educación gratuita ni tampoco atender las necesidades de las personas que no pueden trabajar porque están enfermas, desocupadas o que simplemente son viejos.