El Idealismo después de Kant
La pregunta fundamental de la metafísica es el problema de ¿qué es lo que existe?
En la historia de la filosofía existen dos posturas diferentes con respecto a este cuestionamiento, el realismo y el idealismo.
La filosofía griega fue la forma más acabada del realismo, que podemos apreciar perfectamente en el pensamiento de Aristóteles, con la contestación más natural que se puede dar a esta pregunta, dándole existencia real a todas las cosas que percibimos y denominándolas sustancias.
En la filosofía moderna, que comienza con Descartes, comienza la tendencia hacia el idealismo que llega a su máxima expresión en la filosofía de Kant.
El Idealismo nos dice que las cosas no existen y que sólo existe el pensamiento. De manera que no hay nada que exista en si mismo porque el objeto pensado sólo es objeto porque es pensado, o sea que la sustancia es producto del pensamiento.
El hombre tiene un ideal de conocimiento absoluto que no puede ser alcanzado, porque ni bien cree que ha llegado a conocer algo surgen nuevos interrogantes.
El absoluto para Kant es potencial, de modo que el conocimiento científico resulta una serie de actos que se van completando unos a otros con la posibilidad de progresar.
Ese absoluto Kant lo considera desde otro punto de vista, la posible existencia de otra forma de conocimiento que denomina la conciencia moral, que incluye el absoluto, la libertad absoluta, la existencia de Dios y la inmortalidad del alma.
Los filósofos que siguen a Kant no toman como punto de partida a la conciencia moral sino lo absoluto e incondicionado, que es lo que le da sentido y lo que permite el progreso del conocimiento, y es la base de la validez de los juicios morales.
Así lo hacen Fichte, Schelling y Hegel, partiendo sus pensamientos filosóficos de la existencia de lo absoluto.
Frente a la pregunta ¿qué es lo que existe?, ellos contestan, existe lo absoluto, lo incondicionado.
Espinosa, que surge en Alemania después de la muerte de Kant, también ejerce sobre estos pensadores su influencia en este sentido.
Ese absoluto, para estos tres pensadores, es pensamiento, acción, o razón de índole espiritual, no material.
Este absoluto está fuera del espacio y el tiempo, es eterno y es la esencia del ser.
La esencia del absoluto se manifiesta en todas las cosas, el hombre y la historia.
El método que adoptan estos filósofos es la intuición intelectual, o sea la capacidad de aprehender la esencia del absoluto que luego tiene que ser sometida a operaciones discursivas, sistemáticas y deductivas para explicar sus manifestaciones.
Para Fitche, la esencia del absoluto, que es aprehendida por la subjetividad, por el yo absoluto, es la acción, la actividad, que necesita un objeto para afirmarse a si mismo.
El conocimiento es una actividad que se subordina a la acción y el yo sólo logra ser plenamente lo que es cuando actúa moralmente.
Schelling por su parte, que es un esteta, dice que lo absoluto es la armonía, la unidad de los contrarios, la identidad, la unidad viviente espiritual. La naturaleza, por ejemplo es puro espíritu y también la naturaleza inorgánica.
Cualquier cosa en el mundo tiene la identidad del absoluto. La más pequeña partícula de un cuerpo, posee las mismas cualidades del cuerpo entero, o sea que tiene el espíritu de ese cuerpo.
Para Hegel, lo absoluto es la razón. Lo único que existe es la razón y todo lo demás son sus manifestaciones.
La razón para Hegel es una potencia llena de posibilidades que se desarrollan en el tiempo. La razón es un movimiento, un razonamiento.
Razonar significa explicar un concepto formulando una tesis, que es una afirmación, luego se plantea una antítesis, igualmente racional, otra afirmación pero opuesta a la anterior. La razón está obligada a encontrar una tercera perspectiva donde estén integradas la tesis y la antítesis.
Sólo lo racional es real y lo real racional. A la razón, que es lo absoluto, Hegel la llama lógica.
Pero estos hombres fueron los que iniciaron la separación entre la filosofía y la ciencia que se afianzó con el surgimiento del Positivismo, que redujo el espíritu a los fenómenos materiales.
Fuente: «Lecciones Preliminares de Filosofía» de Manuel García Morente, Editorial Losada SA, Buenos Aires, Argentina, 1973