Teoría de Sartre sobre la subjetividad
Para Jean Paul Sartre (1905-1980) la vida es una pasión inútil, porque la relación con el otro nos coarta la libertad, nos cosifica y es fuente de conflictos.
Sin embargo, Sartre reconoce que aunque las relaciones sean ambivalentes, son esenciales para el desarrollo individual.
Para Sartre, la presencia del otro puede ser amenazante para nuestra supervivencia, porque no es un colaborador sino un competidor que con su mirada nos define y nos convierte en un objeto limitándonos la libertad para ser quienes somos.
Los otros privan al individuo de su sentido de dominio y primacía; tienen sus propios planes, no comparten las mismas creencias y ven al mundo de manera distinta; modifican el mundo individual y le hacen perder su seguridad y su sentido.
Los otros son una penosa necesidad porque generan ansiedad y preocupación, pero el hombre necesita su atención e interacción para poder desarrollar sus capacidades cognitivas, su vida emocional y la moral humana; porque sin interaccionar con los otros no tendría lenguaje, ni identidad ni conciencia de sí mismo, y la reflexión autoconsciente es esencial para el desarrollo de una identidad objetiva y para modelar la identidad a lo largo de la vida.
La personalidad se forma de manera recíproca en la interacción social, mediante la asimilación de las características objetivas y de las mutuas apropiaciones y proyecciones.
El otro nos inspira tanto empatía como antagonismo y generalmente elegimos oponernos y no involucrarnos. Sin embargo, también pueden ser fuente de consuelo, permitirnos tener conciencia de quiénes somos y determinar el verdadero potencial que tenemos como individuos.
Porque no solamente el otro es un factor perturbador para nosotros, lo son también nuestra libertad, la ausencia de significado y la posibilidad de crearlo; y tener el mismo temor por la vida que por la muerte.
La vida humana para Sartre es un anhelo turbulento y ante la angustia existencial, el hombre trata de evadirse por medio de la relación con los demás, que además de ser un medio de evasión es a la vez el motivo que la provoca.
Debido a la ansiedad que el hombre experimenta en la relación social, es raro sino imposible, que existan relaciones auténticas, honestas y mutuamente productivas.
Lo que usualmente sucede es que la mayor parte de la gente usa a los demás como objetos, para eludir su responsabilidad, dejándose reducir a sí mismos a cosas.
En toda relación uno es sujeto y el otro objeto, en lugar de ser ambos a la vez, haciendo que las relaciones sean de carácter sadomasoquistas.
El sádico teme la vulnerabilidad que implican las relaciones auténticas con los demás, porque una relación verdadera exige reconocer y respetar la libertad del otro y la profundidad de los sentimientos hacia ellos. El sádico desea obtener seguridad de los demás convirtiéndolos en objetos, haciendo que dependan de él para sentirse tan poderoso y omnipotente como un dios.
Para este filósofo, el hecho de tener que compartir la vida con el otro es lo que hace que la vida sea infernal, porque el verdadero infierno son los otros; por eso describe al mundo como un lugar infectado por los otros, una enfermedad que es necesaria para Ser.
La subjetividad no es estrictamente individual, porque consiste en captarse a si mismo sin intermediarios frente al otro; porque el otro es tan cierto como uno mismo.
Cuando el hombre se capta a sí mismo, descubre a todos los demás como la condición de su existencia; dándose cuenta que no puede ser nada si los otros no lo reconocen.
El otro es tan indispensable para mi existencia como lo es el conocimiento que tengo de mi mismo; y todo proyecto individual tiene un valor universal porque se construye lo individual eligiéndose.
Fuente:”El Existencialismo es un humanismo”, Jean Paul Sartre, Ediciones Huascar, 1972.