La fábula de las abejas, o cómo los vicios privados hacen la prosperidad pública es una obra de Bernard Mandeville (1690-1733) publicada en 1723. Esta incluye un poema, que es la piedra angular del libro; un ensayo y unos comentarios sobre el poema. El poema, por su parte, había aparecido previamente, en el año 1705, bajo el título de La colmena refunfuñona, o los bribones se vuelven honestos. Pues bien, en este post vamos a hablar sobre este poema.
Así nos va
Cuando uno estudia cualquier periodo de la historia de la filosofía en la facultad, suele ver en profundidad a los grandes autores de ese periodo, mientras que los «filosofillos» suelen pasarse por alto. A lo sumo se conoce el nombre y alguna de las ideas principales y, en muchos casos, se han leído dos o tres obras de ellos. Esto ocurre con Bernard Mandeville. Hasta esta mañana me sonaba el nombre y conocía su máxima, la cual recuerdo haber leído en alguna historia de la filosofía, cuando estaba preparando el examen para una asignatura llamada Historia de la Filosofía Moderna II: Kant y la Ilustración (¡Vaya nombrecito para la asignatura!). Esta dice más o menos así: «vicios privados, virtudes públicas». Tengo que decir que tampoco asociaba esta frase al nombre de Mandeville. En realidad pensaba que era de Shaftesbury, pero lo cierto es que Mandeville criticó a este. En fin, así tengo la memoria.
En cualquier caso, recordaba la máxima y el espíritu de esta, a saber, que la prosperidad de la sociedad está basada en los vicios privados. Y, decidido a escribir sobre ella, he estado investigando. Lo primero que me ha llamado la atención, sobre todo después de leer el mencionado poema, es que nadie dice que este tal Mandeville sea un ingenuo o un granuja. Sin embargo, si leemos el poema con los ojos de una persona de hoy en día, no tendremos más remedio que creer que es una cosa o la otra. Lo que el poema de Mandeville viene a decir es algo como esto: la sociedad, las estructuras sociales (él no habla en estos términos) se han formado porque cada individuo es egoísta y genera bienes públicos cuando persigue sus intereses privados, sean estos de dudosa moralidad o no. Para Mandeville, claro está, hay una ley natural que rige sobre le ser humano: todo el mundo, por naturaleza, es egoísta, se mueve por sus propios vicios: