Los Campos mórficos
Rupert Shaldrake, doctor en bioquímica, investigador y filósofo británico; mientras estudiaba el desarrollo de las plantas en la Universidad de Cambridge, se preguntaba sobre cómo las plantas adoptan la forma característica de su especie.
Este interrogante se relaciona con lo que los biólogos denominan morfogénesis, que es un problema aún no resuelto de la biología.
La contestación hasta ahora es que la morfogénesis está programada genéticamente, pero esta explicación no puede aclarar las distintas configuraciones que adoptan los genes para darles su forma a todos los organismos vivientes.
Lo mismo ocurre con los edificios, que pueden estar hechos de los mismos materiales, pero son todos distintos, porque en ese caso la diferencia son los planos del arquitecto que los construyó, que no aparecen en ningún análisis químico que se realice de los materiales con que están hechos.
A partir del siglo XX, los biólogos que investigan el desarrollo de las formas de plantas y animales, han aceptado ampliamente el concepto de que son los campos morfogenéticos de los organismos en desarrollo los que les dan su forma.
Estos campos son zonas auto organizadas de influencia, similares a los campos magnéticos y a otros campos que existen en la naturaleza; pero nadie conoce todavía qué son estos campos ni cómo funcionan.
Rupert Shaldrake propone que estos campos morfogenéticos son algo totalmente nuevo, imposibles de explicar en términos de la física y la química que conocemos.
La hipótesis de la causa formativa que desarrolla Rupert Shaldrake en sus libros “A New Science of life” y “The presence of the past”, se basa en los siguientes principios:
1) Los campos morfogenéticos son una nueva clase de campo, aún no reconocido por los físicos.
2) Así como le dan forma a todos los organismos, estos campos evolucionan como ellos, tienen una historia y una memoria, a través del proceso que Shaldrake llama resonancia mórfica.
3) Estos campos forman parte de campos más grandes, que él denomina mórficos, que son regiones de influencia en el espacio tiempo, localizadas dentro y alrededor de los sistemas que organizan.
Esta hipótesis de la causa formativa de todos los organismos sugiere que en todo sistema auto organizado, incluso en los más complejos, la totalidad depende de un campo con poder organizador que caracteriza a ese sistema, o sea de su campo mórfico; y cada parte de ese sistema es un todo a la que el campo mórfico le da sus propiedades características convirtiendo a las totalidades de cada nivel en algo más que la suma de sus partes.
En los organismos vivos los campos se denominan mórficos; en la organización perceptual, campos perceptuales, en la conductual, campos conductuales y en la mental, campos mentales.
En la cultura se los conoce como campos sociales o culturales; y a nivel de cristales y moléculas, campos cristalinos y moleculares.
Un ejemplo de campo social es la forma que organiza el modo de volar de las aves en una bandada. En cuanto al campo cristalino es el que organiza la disposición de las moléculas y los átomos en el interior del cristal y en lo que se refiere al campo de una especie marina es el que organiza el desarrollo y crecimiento de los tejidos de cada organismo.
Estos campos mórficos orientan los sistemas que influyen hacia su objetivo propio.
Esta propuesta, desde el campo de la bioquímica, tiene implicancias filosóficas que pueden inspirar nuevas respuestas al hombre sobre su origen y su propósito en el mundo.
Fuente: «De perros que saben que sus amos están camino de casa», Rupert Shaldrake.