La Unidad del Universo
La cosmovisión de todas las tradiciones espirituales se fundamenta en una experiencia directa, no racional de la realidad, independientemente de la cultura; y este elemento básico común, parecen ser también la base de la visión del mundo que surge de la física moderna.
El Hinduismo llama a esta realidad última Brahman, el Taoísmo Tao y el Budismo, eseidad.
En la vida cotidiana no tenemos conciencia de esta unidad porque dividimos los acontecimientos y los objetos como si fueran independientes unos de otros.
Esta forma de fragmentar el mundo, que es creada por el intelecto pero que no es real, puede servirnos para enfrentar los hechos cotidianos.
Los budistas sostienen que esta ilusión de la mente que se encuentra bajo el influjo de maya, se debe a la ignorancia.
La meditación hace posible reajustar la mente y lograr el equilibrio mental necesario para poder experimentar la unidad del universo, porque en el estado de pureza mental se logra la intuición total, que es la que permite percibir la unidad absoluta de todo el universo.
Esta unidad básica del universo, que representa el rasgo esencial de la experiencia mística y que constituye una de las principales revelaciones de la física moderna; aparece a nivel atómico y se manifiesta en el mundo de las partículas subatómicas.
Los elementos que componen la materia y los fenómenos que ocurren en ella están interconectados, son interdependientes, se relacionan entre sí y no se pueden entender aislados, sino como partes de un todo.
La interpretación de Copenhagen de la teoría cuántica, desarrollado por Bohr y Heisenberg en la década de los años veinte del siglo pasado, que es el modelo más aceptado, consiste en la división del mundo físico en un sistema observado (objeto) y un sistema observador.
En la teoría cuántica los sistemas observados se describen en términos de probabilidades, lo que significa que no se puede predecir con seguridad dónde estará una partícula subatómica en un momento dado o cómo tendrá lugar un proceso atómico; porque sólo se pueden predecir probabilidades.
Las partículas subatómicas no existen con certeza en lugares definidos, sino que muestran tendencias a existir; y los sucesos atómicos no ocurren con seguridad en tiempos y maneras definidas sino que muestran tendencias a ocurrir.
Por ejemplo: no se puede saber con certeza dónde estará el electrón de un átomo en un momento determinado porque su posición dependerá de la fuerza de atracción que lo mantiene unido al núcleo atómico y de la influencia que ejercen los otros electrones del átomo.
Por lo tanto, el funcionamiento de la realidad subatómica no se puede explicar en términos de la física tradicional.
El problema de la observación en la física atómica es que es imposible aislar el sistema observado para definirlo.
Dentro del marco de la teoría cuántica, una entidad física puede definirse con precisión sólo si está infinitamente alejada de los lugares de observación; y como esto es imposible en la práctica, se define de un modo aproximado.
Como el concepto de objeto separado y observado deja de tener validez, la física cuántica revela la interconexión que existe en el universo.
Las partículas materiales son abstracciones y sólo se pueden definir y observar por medio de su interacción con otros sistemas; y la interconexión universal de las cosas y de los sucesos parece ser una característica básica de la realidad atómica.
Para los hindúes, Brahman es el hilo que une la telaraña cósmica y para el Budismo, el mundo es una red perfecta de relaciones mutuas.
El misticismo oriental incluye en este entretejido cósmico al observador humano y su conciencia y lo mismo ocurre en la física atómica; el científico influye las propiedades de los objetos que observa y esta es la característica más destacada de la teoría cuántica, el mundo no es algo exterior y el observador no es un ente aislado separado de él; lo que hace posible que la distinción entre observador y lo observado deje de existir.
Fuente: “El Tao de la física”; Fritjof Capra.