La Sabiduría desde la Neurociencia
En la Universidad de California de San Diego, un estudio científico realizado en 2009 aportó algo de luz sobre el fundamento biológico de la sabiduría.
Dilip Jeste y Thomas Meeks detectaron relaciones entre la sabiduría y la actividad de ciertas zonas del cerebro.
Para Jeste y Meeks, sabiduría significa capacidad de empatía, o sea de comprender al otro, de tener compasión y de ser altruista, de ser estable emocionalmente, de poder tener conciencia de la relación entre las cosas, de razonar, de tomar decisiones coherentes, de conocerse a sí mismo y de ser tolerante hacia los valores de los demás.
Jeste y Meeks confían en que un mayor conocimiento de los mecanismos neurobiológicos podría en un futuro cercano brindar la posibilidad de desarrollar sabiduría en las personas.
Estos científicos mostraron que el estado de meditación produce significativos cambios en la actividad cerebral y en las funciones fisiológicas.
El nivel de ondas cerebrales beta, o sea el más desarrollado en Occidente se relaciona con el análisis intelectual y la percepción sensorial.
Las ondas alfa se vinculan con la relajación profunda, la concentración y con algunos estados de meditación y las ondas delta, que son las más lentas, son las que se manifiestan durante el sueño profundo, o sea en estado de inconsciencia.
Sin embargo, el Dr. En Neurociencias Mariano Sigman, investigador del Conicet y director del Laboratorio de Neurociencia Integrativa en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires; explica que meditar es un proceso muy complejo con una fisiología nada fácil.
Un estado de meditación deja muchas huellas indicativas en el cerebro, no una sola.
El cerebro posee plasticidad y el conocimiento se re-elabora en el transcurso del tiempo.
Nacemos con ciertas estructuras, pre-programados para aprender de la experiencia y el conocimiento es constructivo a partir de una cultura.
El cerebro tiene la capacidad de crear y recrear mundos diferentes a partir de la propia perspectiva, ya que sólo un pequeño aspecto del entorno es el que puede percibir la conciencia.
El cerebro siempre tiene lugar para hacer nuevas relaciones y el desarrollo de las funciones cerebrales además de relacionarse con la cultura, en el caso de los occidentales, es muy simbólica, lingüística, de la matemática y de la aritmética y en otras culturas es diferente pero comparten elementos que son universales, que son los conocimientos innatos que existen en todo ser humano, como por ejemplo la percepción del otro como otro.
Los fenómenos socioculturales cambian la fisiología cerebral, ya que el cerebro produce cultura y también tiene el molde de la cultura.
El pensamiento no se localiza sólo en el cerebro, pasa también por el cuerpo que también siente, piensa, razona y tiene memoria.
Quizás llegó la hora de aprovechar el poder de ciertos estados mentales para influir sobre nuestros procesos orgánicos involuntarios y ser capaces de adquirir la sabiduría de equilibrar nuestro ritmo cardiaco, la circulación sanguínea, el dolor y el placer, la digestión y la resistencia de nuestros huesos y de la piel.
La ciencia dice que esto es posible; y sabemos que los yoguis ya tienen esa sabiduría y pueden lograr controlar sus funciones fisiológicas inconscientes en estados meditativos profundos, en estado de plena conciencia, cuando la conciencia y el inconsciente desaparecen y la mente puede operar en forma absolutamente integrada.
Fuente:”Uno mismo”; “Los misterios de la mente”; Mariano Sigman, Doctor en Neurociencia.