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Filosofía y Medicina

Publicado por Malena

Filosofía y medicina

Hay muchas personas que temen estar enfermas y otras que necesitan una enfermedad para solucionar algún problema; y aunque para ambas estas enfermedades sean imaginarias, lo cierto es que, porque creen estar mal, concurren al médico.

El sistema de salud constantemente desarrolla nuevas técnicas, aparecen nuevos medicamentos y utiliza nuevos equipos para realizar mejores diagnósticos. Se gastan millones sin que por ello muchas de esas personas tengan alguna mejoría, porque la base de toda curación ha estado, está y seguirá estando en la relación del paciente con el médico.

Esa relación ya no existe, en su lugar, dos personas que no se conocen, se enfrentan en un consultorio separadas por un escritorio; y una de ellas, el médico, basado en los síntomas que le refiere su paciente, sin mirarlo siquiera, escribe una receta y según el caso, indica un estudio o varios, para confirmar un diagnóstico presuntivo en función a lo él cree que le aqueja.

Detrás de la conducta de cada médico hay una filosofía, un modo de pensar sobre las enfermedades, los enfermos y los modos posibles de curarlos; y en toda persona que está sufriendo un malestar, está la aspiración de encontrar a un profesional que además de conocer su trabajo tenga sentido común, lo escuche, lo contenga, lo tranquilice y lo trate como a un ser humano y no como a un número.

Todo paciente sueña con un médico de cabecera que lo conozca, incluso que lo llame por su nombre, que le pregunte por los chicos o por su señora, que lo escuche y que lo observe clínicamente, que indague si tiene alguna preocupación o si le ha pasado algo últimamente, antes de recetarle cualquier cosa; porque lo esencial es que respete su cuerpo y es preferible que no haga nada antes de empeorarlo.

¿Cómo puede un médico mejorar a un paciente cuando se da cuenta que no tiene nada pero que dice sentirse mal y que pretende que le hagan estudios y radiografías para descartar una eventual enfermedad fantasma?

Depende de la filosofía que tenga ese profesional para encarar su profesión; ya que puede ejercitar la medicina como persona o bien tomar distancia ocultándose detrás del rol para reducir su responsabilidad y refugiarse en la complejidad de la burocracia institucional en que se encuentra.

Algunos médicos, los menos, conversan con el presunto enfermo, lo tranquilizan, se enteran de quién es y de cuál es el problema que hace que se sienta enfermo y se sorprenden cómo mejoran todos sus síntomas en poco tiempo. Pero otros, movidos por la inercia, siguiéndoles la corriente, inician una búsqueda que saben que será infructuosa, sin reparar en gastos, y les ordenan estudios, radiografías, análisis, y resonancias magnéticas, sin saber nada del supuesto enfermo.

Estos médicos creen que los pacientes no se dan cuenta cómo los están tratando y seguramente no harán nada de lo que les indique; porque creer en el médico es lo más importante y si hay desconfianza y los tratan como enfermedades y no como enfermos, saben que ningún tratamiento, con ese médico, tendrá alguna eficacia.

Los médicos necesitan tener enfermos, porque es su medio de vida, quizás haya muchos que se dedican a coleccionar patologías y a mantenerlas para asegurarse los ingresos, que recetan los medicamentos que los laboratorios promueven porque les dan premios y hasta que realizan operaciones innecesarias si es que los dejan.

Son esos médicos que etiquetan a sus pacientes, atrapándolos en una telaraña de artilugios innecesarios que lo único que hacen es no cambiar su estado de salud y logran mantenerlos dentro de la categoría de enfermos, asegurándose que no salgan de ella.

Los médicos se han convencido que la tecnología es todo y evitan relacionarse con el enfermo, se han convertido en burócratas que extienden una receta e indican unos estudios, investigándolo por partes, sin saber quien es y sin haberle nunca preguntado qué es lo que le está pasando desde que está enfermo.

Esa no es la medicina que cura, es la medicina que enferma y además es la que quiebra cualquier sistema de salud, por más organizado que sea; que seguirá existiendo mientras haya profesionales de la medicina que no se comprometan, que traten a los enfermos como aparatos que hay que reparar y no como personas que pueden tener otros problemas.