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Experimentación con animales: la triste historia de Nim Chimpsky

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

A pesar de que la experimentación con animales suscita graves problemas éticos, sigue siendo una práctica muy habitual. Lo cierto es que lo que se hace con los animales de laboratorio no suele ser conocido por el público. Es más, ni siquiera suele ser conocido por el público especializado, que estudia los resultados del experimento, pero que rara vez conoce cómo se trató al animal sobre el que se llevó a cabo. Este es el caso de Nim Chimpsky. Nim era un chimpancé utilizado para demostrar la idea de que un simio podía aprender el lenguaje humano y que, por tanto, este no era innato, sino algo aprendido. Bien, cójase al azar un libro de lingüística y de psicología, búsquese el capítulo dedicado a los animales y el lenguaje humano. Allí encontrará que Nim Chimpsky resultó ser un fracaso, que refutó la hipótesis que se pretendía demostrar. Lo que no se verá allí es que para llegar a tal conclusión, Nim Chimpsky tuvo que vivir en unas condiciones precarias y dramáticas desde su nacimiento. El caso de Nim es bastante ilustrativo, a la hora de pensar en la experimentación con animales. A continuación narramos la triste historia de Nim Chimpsky, un fracaso ético y epistemológico de la psicología científica.

Nim Chimpsky y la experimentación con animales

Nim Chimpsky de pequeño dibujando con una tiza

1. Los simios lingüísticos

A partir de los años 30 la psicología científica comenzaba a tomar cierta fuerza, teniendo como base el paradigma conductista que se había iniciado con Watson unos años antes. En este contexto, no fueron pocos los investigadores que se lanzaron a demostrar hipótesis sobre el aprendizaje del lenguaje en grandes simios, sobre todo en chimpancés. De este modo, el matrimonio formado por Lella y Winthrop Kellogg intentaron enseñar a hablar a un chimpancé llamado Gua. En este periodo se intentaba enseñar un lenguaje oral. Partían de la idea de que debía ser criado exactamente igual que un niño humano, así que decidieron criarlo junto a su bebé. Abortaron el experimento en cuanto se dieron cuenta de que su bebé tenía mayor predisposición a imitar los gruñidos de Gua, que Gua para aprender a hablar inglés. Posteriormente, otra pareja de científicos, Keith y Catherine Hayes, intentaron hacer lo mismo con Viki. Fue otro experimento fracasado.

En 1966, Beatrix y Allen Gadner decidieron repetir el experimento que habían llevado a cabo sus predecesores. Esta vez con una hembra de chimpancé, llamada Washoe. El experimento siguió siendo, en esencia, el mismo. Sin embargo, en lugar de enseñarle a Washoe un lenguaje oral, le enseñarían el Lenguaje Americano de Signos, que consta de los componentes básicos de los lenguajes humanos y que es ampliamente utilizado. Le enseñarían una versión para bebés. El experimento de Washoe fue un éxito.

El caso de Nim Chimpsky sigue el modelo de los anteriores. Este comienza en 1973 y el investigador que dirige el proyecto fue el doctor Herbert Terrace.

2. Noam Chomsky: el lenguaje es una capacidad exclusivamente humana

A partir de los años 50, Noam Chomsky revolucionó la lingüística, introduciendo un nuevo paradigma que entendía el lenguaje como una propiedad exclusivamente humana. El ser humano, según Chomsky, está dotadao de nacimiento con un órgano del lenguaje, consta de una gramática universal a partir de la cual deriva la gramática particular de la lengua a la que es expuesto desde su nacimiento. El niño tendría, de forma innata, unas reglas que le permiten hacer tal reajuste o transformación de la gramática universal en la gramática particular de la lengua que se habla a su alrededor.

Chomsky basaba su teoría en lo siguiente: en realidad, cualquier hablante competente es capaz de entender y producir infinitas oraciones de su lengua, es decir, infinitas secuencias de signos correctamente formadas desde el punto de vista de la gramática de su lengua. Ahora bien, razonaba Chomsky, vemos que cuando un niño aprende un lenguaje, de pequeño, es expuesto a una experiencia lingüística muy limitada y fragmentada que, por sí sola, no basta para explicar la capacidad creativa de los hablantes, de modo que algo más debía haber. Ese algo más es la gramática universal, unas reglas innatas de producción de gramáticas particulares. No es baladí que Chomsky se considere a sí mismo como un lingüista cartesiano.

Lo que ha de quedarnos claro aquí son dos cosas: la primera es que dominar una lengua es ser capaz de producir y reconocer estructuras sintácticas correctas, según las reglas gramaticales de esa lengua, y la segunda es que esta capacidad solo la tienen los humanos.

3. El proyecto de Herbert Terrace: la triste historia de Nim Chimpsky

A principios de los 70 Herbert Terrace se toma la teoría de Noam Chomsky como un desafío al conductismo (en realidad lo era y lo sigue siendo). Su proyecto consistirá en enseñarle el lenguaje de signos a un chimpancé, Nim Chimpsky. Se puede observar que el nombre es un juego de palabras burlón con el nombre de Noam Chomsky. Como ya hemos adelantado, el experimento de Terrace fue un fracaso epistemológico y ético o, lo que es lo mismo, un fracaso científico genuino.

La idea de Terrace era enseñar a Nim a reconocer y producir oraciones en el lenguaje de signos, es decir, a hacer, a cierto nivel, lo que hace cualquier hablante competente en términos chomskyanos. Pretendía darle una bofetada científica al lingüista. El destino del pobre Nim se convertiría en una tragedia desde el mismo momento en que planteó su hipótesis. El experimento de Terrace no había hecho más que comenzar.

Dado lo que se sabía de antiguos experimentos sobre humanización de simios y dado que la idea era enseñar a un chimpancé a hablar, Terrace necesitaba dos cosas: lo primero era un chimpancé, lo segundo una familia que criara a ese chimpancé como uno más de los suyos… aunque guardando las distancias. Y así lo hizo, el chimpancé, Nim, lo consiguió del Instituto para el Estudio de los Primates (IPS) de Norman, Oklahoma. Era un bebé de 10 días de edad. El procedimiento había sido el habitual: Carolyne, su madre, recibió un dardo tranquilizante y, al igual que ocurrió con sus seis anteriores bebés, Nim le fue arrancado de sus brazos, para ser trasladado a la Universidad de Columbia, donde Herbert Terrace lo esperaba en el Centro de Estudios de Lenguaje de Simios.

Lo siguiente que necesitaba Terrace era una familia. Terrace se preguntó qué familia podría querer hacerse cargo de un chimpancé, teniendo en cuenta los fines científicos del proyecto. La candidata fue una de sus alumnas, a la cual consideraba una buena madre de familia. Se trataba de Stephanie LaFarge, que vivía con su marido, con los hijos de este y con sus hijos en Manhattan. Sin previo aviso ni preparación Terrace llama a su alumna, con la que había tenido una aventura, le propone participar en el proyecto y esta se lleva a Nim a casa, sin consultarlo con su marido ni nada. No hace falta decir que ni Terrace, ni los LaFarge tenían la más mínima idea de cómo criar a un chimpancé ni de cómo educarlo. Tampoco utilizaban la lengua de signos ni la conocían. De entrada tenemos aquí un elemento de crítica pues, desde un punto de vista metodológico, el método brilla por su ausencia. Hablar de proyecto es algo que solo podemos hacer nominalmente, pues hasta aquí hay demasiada improvisación teniendo en cuenta lo que hay en juego, a saber, la vida de Nim.

Los LaFarge criaron a Nim como uno más, de hecho Stephanie llegó a amamantarlo durante dos meses. Sin embargo no tuvieron en cuenta que era un chimpancé. Ellos eran una pareja de hippies, formados por un poeta y una estudiante universitaria. Durante su preadolescencia Nim fumó, bebió alcohol y probó el cannabis. También era amante de la velocidad y de las emociones fuertes. Además, creció y se convirtió en un adolescente revoltoso y, en ocasiones, violento y peligroso. De modo que los LaFarge no pudieron seguir con él. Terrace, que no estaba dispuesto a abandonar su proyecto y que veía importantes progresos en Nim (sabía decir algunas palabras y alguna frase corta) decidió fichar a un grupo de investigadores. Consiguió una mansión apartada y se fueron todos allí. Nim fue separado de su familia adoptiva. A partir de aquí, Nim llevaría una educación más escolarizada y disciplinada. Para ellos, la separación de los LaFarge no le causó ningún trauma a Nim. Lo cierto es, sin embargo, que Nim se volvió cada vez más violento. Mientras, los investigadores llevaban una vida de ensueño en la mansión, se enamoraron entre ellos y mantuvieron romances diversos.

Las agresiones de Nim llegaron a un punto que asustaron a Terrace, quien temía que su experimento saliera a la luz. Por otra parte, la subvención que mantenía el experimento a flote se terminó, así que tras un incidente grave con una investigadora, que le produjo una terrible lesión en la cara provocada por un mordisco, Terrace dio por finalizado el proyecto. Nim, que solo pertenecía a Terrace mientras durara el experimento, fue llevado de nuevo al IPS, donde pasó de vivir cómodamente, acariciando gatitos y comiendo golosinas y pizza, durmiendo en una cama y disfrutando de las comodidades de una mansión, a vivir en una jaula, sin ningún tipo de comodidad y a comer pienso y manzanas. Además, Nim no se había criado con otros chimpancés y no sabía relacionarse con el resto de los que había allí.

Pero el drama de Nim no termina aquí. El IPS entró en crisis, de modo que veinte chimpancés fueron vendidos a la Universidad de Nueva York, al Laboratorio de Medicina Experimental y Cirugia de Primates, donde serían utilizados para la experimentación con hepatitis. Afortunadamente, Nim fue rescatado a finales de 1982, el mismo año en el que llegó a este centro, gracias a que a través de los medios de comunicación era conocido. De modo que fue sacado de allí por Cleveland Amory, quien lo llevó a Texas a un santuario para animales. Nim era el primer chimpancé que llegaba a aquel santuario, de modo que sus cuidadores no sabían que hacer con él. Nim siempre estaba deprimido y así permaneció durante un año, hasta que le llevaron una compañera, Sally, gracias a lo cual se animó un poco.

Nim murió deprimido tras la muerte de Sally. Murió a los 26 años, lo que supone una muerte prematura para un chimpancé. Por su parte, Terrace terminó dándole la razón a Noam Chonmsky pues, tras un análisis detallado de las grabaciones de Nim, observó que este en realidad no había aprendido un lenguaje, sino que unas veces daba respuestas condicionadas y otras porque sus cuidadores, sin darse cuenta, le daban señales de lo que debía hacer, por ejemplo, hacían el gesto que significaba «jugar» antes de que Nim lo hiciera.

De este modo, por el trato y la vida que llevó Nim a causa de este experimento, el proyecto fue un fracaso desde un punto de vista ético. Y debido a la ejecución del mismo, mal preparado desde el principio, sin una metodología clara y con unos resultados desastrosos que refutaban la hipótesis propuesta no porque se demostrara falsa, sino porque la investigación carecía de toda seriedad, el experimento fue un fracaso epistemológico. Por tanto, fue un rotundo fracaso científico.