El Origen del Conocimiento
La conciencia cognoscente es capaz de formular juicios que provienen de la experiencia y del pensamiento.
Algunos juicios los formulamos según determinadas percepciones apoyándonos en los datos que nos proporcionan nuestros sentidos a través de la experiencia.
Pero el juicio tiene un factor que no se encuentra en la experiencia, que afirma que entre esos dos procesos, o sea entre el pensamiento y la experiencia, hay una conexión causal, o sea que la mente agrega la idea de que un proceso resulta de otro, o sea la lógica o razón.
El origen del conocimiento se puede considerar de origen psicológico como lógico. Quien participa de la idea de que la razón es la única base del conocimiento considera que los procesos del pensamiento tienen autonomía psicológica; y el que funda el conocimiento en la experiencia negará que el pensamiento tiene autonomía.
El racionalismo es la posición epistemológica que mantiene la postura de que la fuente principal del conocimiento humano es la razón. Sostiene que sólo se puede hablar de conocimiento cuando es lógicamente necesario y universalmente válido. Los juicios tienen que poseer una necesidad lógica, o sea no admitir lo contrario y universalmente válidos, es decir, ser así siempre y en todo lugar.
Otros juicios pueden ser válidos dentro de determinados límites, según la experiencia; como por ejemplo: el agua hierve a cien grados o todos los cuerpos son pesados. Podemos juzgar en estos casos que es así, pero no necesariamente tiene que ser así porque estos juicios no tienen necesidad lógica y les falta validez universal.
El conocimiento matemático es el modelo por excelencia del racionalismo y casi todos sus representantes proceden de la matemática.
La forma más antigua de racionalismo fue Platón. Para Platón la posibilidad del conocimiento proviene del mundo de las ideas, del reino de las esencias ideales metafísicas. Las ideas son los modelos del mundo sensible que el alma contempló antes de nacer. Es un racionalismo trascendente.
Para San Agustín, la verdad es irradiada por Dios a nuestro espíritu. Es un racionalismo teológico.
En la Edad Moderna Descartes y Leibniz defienden la teoría de las ideas innatas. Según Descartes son conceptos, mientras Leibniz propone que existen en nosotros ideas en potencia como facultad del espíritu. Este racionalismo es inmanente, opuesto al teológico trascendente.
El Empirismo, contrario al racionalismo sostiene que la única fuente de conocimiento es la experiencia, que no existe nada “a priori; y que el espíritu humano es una “tabula rasa” sin ningún contenido previo. Fundamenta esta tesis en la evolución del pensamiento y del conocimiento a través de la historia del conocimiento.
Los representantes del empirismo provienen de las ciencias naturales mientras los que consideran el pensamiento como única fuente de conocimiento provienen de la matemática.
Una forma de empirismo es el sensualismo que afirma que la base de la experiencia son los sentidos.
En la antigüedad las ideas empiristas las encontramos en los sofistas y luego en los estoicos y los epicúreos. Pero su verdadero desarrollo fue en la Edad Moderna, especialmente en la filosofía inglesa de los siglos XVII y XVIII.
Su fundador es John Locke (1632-1704) que además reconoce verdades “a priori”.
David Hume (1711-1776) desarrolla el empirismo de Locke reconociendo también el conocimiento de la matemática como independiente de la experiencia y universalmente válido.
Los racionalistas tienden a un dogmatismo metafísico en cambio los empiristas se orientas hacia un escepticismo metafísico.
El intento de mediación entre el racionalismo y el empirismo es el intelectualismo afirmando que tanto la razón como la experiencia son la base del conocimiento.
Otro intento de mediación entre el racionalismo y el empirismo es el «apriorismo» que acepta tanto la razón como la experiencia presentando elementos «a priori» independientes de la experiencia.
El fundador de este apriorismo es Kant que dedica toda su filosofía a mediar entre el racionalismo y el empirismo.
Fuente: «Teoría del Conocimiento», J.Hessen, Editorial Losada, 1956