El Instinto Maternal
Los científicos se preguntaban si las hormonas eran la que despiertan el instinto maternal, pero hasta 1972 no pudieron provocar conductas maternales inyectando a los animales hormonas.
Durante ese año, en la Universidad Rutgers, de New Brunswick de Estados Unidos los profesores Joseph Terkel y Jay S. Rosenblatt descubrieron algo increible.
Realizaron un experimento colocando cinco crías de rata en el nido de una rata virgen, a la cual se le había inyectado la sangre extraída de una rata que acababa de parir. Catorce horas después esa rata virgen empezó a manifestar conductas maternas; lamió a las crías para limpiarlas, las puso en lugar seguro y las dejó que mamaran de sus tetas, obviamente sin leche.
La condición para que el instinto maternal se pusiera en marcha fue la sangre que le inyectaron extraída de la hembra que había dado a luz, en el período comprendido entre las 24 horas antes del alumbramiento y las 24 horas después.
Se pudo comprobar de esta manera cuales son las horas decisivas en la relación madre hijo.
Antes de 1972, se habían realizado investigaciones sobre el instinto maternal que no dieron estos resultados debido a no haber respetado este período de tiempo.
Existen procesos que aún no se conocen con suficiente claridad que crean hormonas responsables de los sentimientos y cualidades maternales para proteger la vida de las crías que acaban de nacer; que un día después del nacimiento desaparecen del organismo de la madre.
Es como si la naturaleza se ocupara solamente de dar el primer impulso para despertar la conducta maternal que luego continuará actuando aún sin él.
Las hembras cuidarán amorosamente a sus crías y si éstos murieran o se extraviaran, adoptarán las crías aún de otras especies para satisfacer sus necesidades naturales de crianza.
Además, los investigadores consiguieron mediante la inyección de ciertas drogas, convertir animales machos que han sido padres en amantes y solícitas madres.
Se trata de dos hormonas, progesterona y prolactina en dosis mínimas que son capaces de dotar a cualquier animal macho de la capacidad de incubar los huevos con dedicación y protegerlos de los depredadores, cuando antes ni siquiera reparaban en ellos.
El instinto les provee la pericia necesaria para implementar la técnica perfecta y el cuidado exacto para hacer esa tarea.
Si sólo se le inyecta una sola de esas hormonas, como por ejemplo la progesterona, el macho es impulsado a incubar los huevos pero una vez que las crías salen del cascarón se desentiende absolutamente de ellas, quedando indefensas.
En la Universidad de Pittsburg, el profesor Alan E. Fisher, inyectó a una rata macho una mínima dosis de la hormona masculina testosterona.
Supuestamente la rata macho se debería haber conducido como un super macho, sin embargo adoptó una conducta maternal con las crías, o sea femenina.
Los seres humanos son sin embargo muy distintos; porque influyen otros factores en su comportamiento, como la voluntad de ser padre o no, el hecho de sentirse responsable por su hijo, los valores éticos, su cultura, etc.
Los animales no tienen conductas voluntarias sino instintivas y no pueden establecer relaciones entre aparearse y tener crías.
Pero cuando nacen sus crías la naturaleza se ocupa que les surjan enormes fuerzas para defender a sus hijos y hasta el deseo de hacer sacrificios por ellas.
El hombre está perdiendo sus instintos y depende más de las condiciones ambientales de modo que necesitan suplir esa carencia robusteciendo sus principios éticos.
Fuente: «Calor de Hogar», Vitus B. Dröscher, Editorial Sudamericana/Planeta, Argentina, 1985