Cosmovisión Masculina
El mundo, visto por los hombres, es muy diferente al que ven las mujeres y esta diferencia se debe a las hormonas, que inducen conductas en función a las percepciones cerebrales.
En el adolescente, la testosterona y la vasopresina son las hormonas que alteran su percepción de la realidad y en forma parecida la oxitocina y el estrógeno modifican la forma de ver la realidad de las mujeres.
Las hormonas masculinas favorecen las conductas agresivas y territoriales en los varones, que en el futuro les servirán para proteger a sus familias y las hormonas femeninas predisponen a las mujeres a las relaciones emocionales.
La vasopresina es una hormona que impulsa al hombre a interpretar como hostiles las caras neutrales de los demás, pero a la mujer, esta hormona le sirve para interpretar las caras neutrales como amigables.
Desde el punto de vista de la jerarquía de los primates y humanos, un rostro enfadado es útil para mantener el poder.
Generalmente los hombres con caras típicas de enfado, que también suelen ser más irritables e impacientes, tienen altos niveles de testosterona.
Las caras de enfado, reales o imaginadas, activan los circuitos cerebrales de la agresividad y despiertan el deseo de lucha de los hombres.
Los sonidos también son percibidos por los varones en forma diferente a las mujeres. Por ejemplo, los sonidos blancos, o sea los repetitivos, o las charlas de las chicas, los perciben como murmullos o ruidos pero sin poder captar el significado, en tanto que las mujeres pueden interpretar todo tipo de sonidos.
Los experimentos indican que tanto hombres como mujeres emiten la misma cantidad de palabras por día, pero los varones suelen hablar en momentos diferentes, de temas distintos pero no personales, como partidos u objetos, mientras las mujeres hablan sobre gente y relaciones; y estas diferencias también se deben a las hormonas.
Para los varones adolescentes, ser aceptado en el grupo es lo más importante y la desaprobación de sus pares es como la muerte.
Los psicólogos evolutivos creen que ciertos circuitos cerebrales se desarrollaron en sociedades primitivas para evitar la exclusión de los clanes o tribus.
Los investigadores han estudiado a hombres y mujeres de distintas culturas y descubrieron que el modo en que una mujer y un hombre inician un acercamiento es más o menos el mismo.
Mientras el sentido más básico del hombre es conseguir aparearse para reproducirse, en la mujer, su parte instintiva la obliga a discernir si su eventual pareja puede ser un buen protector y proveedor, cualquiera sea el nivel de formación e independencia de la mujer.
Las mujeres persiguen propósitos de apareamiento diferentes de los de los hombres; para el cerebro masculino lo primero es el sexo, pero para el cerebro femenino es la esperanza de amor y compromiso.
En cuanto a la fidelidad, existe un ejemplar de lagartija cuyos machos tienen gargantas de colores diferentes según su conducta de apareamiento.
Los machos de garganta naranja es el líder del harén, el de garganta amarilla es el ladrón de hogares y el de garganta azul es monógamo, o sea que se aparea con una sola hembra y la vigila en forma permanente.
Como podemos apreciar, la monogamia también parece tener una causa orgánica, ya que los estudios realizados por los científicos con ratones de campo monógamos han descubierto que esta conducta es genética y tiene su origen en el cerebro.
Se puede inferir después de todo lo antedicho, que es importante para la mujer encontrar un ejemplar humano de garganta azul que tenga la hormona de la monogamia y que le asegure ser un buen proveedor y protector ; y luego, cuando ya están juntos, comprender su conducta cuando pretende adueñarse del control remoto para ver el partido, porque el cerebro del hombre piensa, percibe el mundo y reacciona, en forma distinta al de una mujer, por cuestiones genéticas.
Fuente: «El Cerebro Masculino»; Louann Brizendine