El instinto, la razón y el mito del minotauro
Los mitos fueron relatos antiguos basados, en parte, en hechos que tal vez fueron reales, pero que a través del tiempo se convirtieron en leyendas con características sobrenaturales, que representaban símbolos de las pasiones humanas.
Una de las versiones del mito del Minotauro cuenta que existió en la era de bronce un legendario rey llamado Minos, hijo de Zeus y de Europa, que reinaba en la isla de Creta; la mayor y más alejada de las islas del mar Egeo, sede de la cultura minoica, una de las más antiguas e importantes civilizaciones conocidas.
Minos estaba casado con Pasifae, hija de Helios y Persis y hermana de Circe, que como ella practicaba la hechicería.
Poseidón, dios del mar, hijo de Cronos y Rea y hermano de Zeus; que tenía el poder de desatar y calmar tempestades, envió a Minos un toro para su sacrificio.
El toro es un animal considerado aún hoy, un símbolo del instinto animal en algunas civilizaciones, poder que junto con la razón comparte también el hombre.
El toro enviado por Poseidón era tan hermoso que Minos se encariñó con él y no pudo cumplir con su mandato de sacrificarlo.
En esa época ocasionalmente se practicaba el bestialismo, o sea que los esclavos solían practicar el coito con animales.
Pasifae, esposa de Minos, cuando vio el hermoso ejemplar enviado por Poseidón, se sintió atraída por el toro y deseó unirse sexualmente a él impulsada por el placer que supuestamente proporcionaba esa práctica.
De esa unión, nació el Minotauro, un monstruo, con cuerpo de hombre y cabeza de toro.
Cuando Minos se enteró de la existencia de la horrible criatura, para ocultarla, ordenó a su mejor arquitecto, construir una prisión inexpugnable, con la forma de un intrincado y oscuro laberinto.
En el centro encerró al monstruo deforme, que se convirtió en el carcelero antropófago que se alimentaba con los cuerpos de los condenados que eran arrojados a él.
Al enterarse Poseidón de la desobediencia, ordenó sacrificar cada cierto período de tiempo a siete jóvenes y siete doncellas, encerrándolas en el laberinto a merced de la despiadada bestia.
Para terminar con esta terrible matanza, Teseo, hijo de Poseidón, que había realizado grandes hazañas, decidió eliminar al monstruo con sus propias manos.
Ariadna, una de las hijas de Minos, quiso ayudarlo y antes de ingresar en el laberinto le ató el extremo de una larga soga en la cintura, asegurando el otro extremo en la entrada, para evitar que se perdiera, como les pasaba a todos los que se aventuraban en ella; y le dio un cuchillo, ya que muchas habían sido las tentativas que habían fracasado, de terminar con la sanguinaria criatura.
Teseo recorrió el largo trayecto hasta la gran sala central, donde permanecía el Minotauro esperando a su próxima víctima para deglutirla.
Luchó con él hasta que logró clavarle repetidamente su cuchillo hasta que logró dominar y exterminar a la bestia.
La soga atada a su cintura le permitió con facilidad encontrar la salida. La admiración de Ariadna por el heroísmo de Teseo despertó su amor y tiempo después, ambos se casaron.
El mito del Minotauro simboliza la lucha del hombre entre la razón y el poder de los instintos, que es la dualidad que caracteriza al hombre, origen de su angustia.
Es probable que el mito se haya inspirado en una cueva de casi cuatro kilómetros de extensión, que existe actualmente en Creta, en la que se han encontrado huellas de civilizaciones muy antiguas, y cuyo recorrido, aún hoy en día se empeñan en recorrer los que se atreven, también ayudados por una soga y que también conduce a una gran sala central.