Arthur C. Clark, el Visionario
Arthur C. Clark nace en Minehead, Somerset, Inglaterra en 1917 y fallece en marzo del año actual en Sri Lanka, ex Celylán, donde vivía desde el años 1956.
Se radica en ese lugar porque ama la fotografía, la exploración submarina y las costumbres y tradiciones indias.
Su punto de vista responde a dos conceptos básicos, optimismo en el avance del conocimiento científico para el progreso de la humanidad y curiosidad por el encuentro con especies y culturas superiores; cuya existencia en el universo supone indudable, como primeros seres que recorren el cosmos, sembrando el cielo con sus huellas.
Es un visionario que desde niño se siente atraído por la Astronomía, que estudia matemáticas y física y logra destacarse y que se interesa especialmente por la astronáutica.
Durante la segunda guerra mundial se especializa en radares y su gran contribución es el desarrollo de los satélites artificiales en órbita geostacionaria, que se denomina órbita Clarke en su honor.
Es comparado con Isaac Asimov, por sus numerosos trabajos de divulgación científica; pero su fama se debe principalmente a su trabajo como comentarista de la misión Apolo por televisión y también por la difusión de sus propios programas.
Sostiene que los científicos descubren lo que ya existe y cree que la creatividad consiste en hacer algo nuevo, producto solamente de la mente humana, como las matemáticas y que en la creación está la clave para todos los enigmas.
Para Clarke, en la imaginación está todo, la ciencia y la fantasía que luego se hace realidad.
Por ejemplo, en el caso de la idea del replicador universal que dentro del campo de la micro tecnología propone la creación de cualquier objeto, hasta el más sofisticado, si se cuenta con el material que se necesita y la matriz correspondiente.
Esta tecnología disminuirá la necesidad de dedicarle tanto tiempo y lugar en el planeta a la agricultura y a la industria, de modo que la educación y el arte ocuparán más a la raza humana y grandes extensiones de tierra se recuperarán para volver a su estado original.
Clark se interesa en las posibilidades del carbono 60 para construir un ascensor espacial, capaz de llegar al espacio naturalmente mediante electricidad, como un ascensor común, pero con un cable de cien mil kilómetros enganchado a un satélite, para que los vehículos espaciales puedan despegar desde una órbita terrestre en lugar de hacerlo desde la superficie evitando así la producción de altos niveles de contaminación.
Para Clark el futuro está absolutamente indeterminado, existen muchos futuros que dependen del camino que se tome y hasta existe la posibilidad de cambiar de senda a otra senda, en otro tiempo.
Para Clark la ciencia comienza con la curiosidad y la posibilidad de creer en lo imposible, para poder ser creativo y aventurarse a lo desconocido, por más increíble que parezca.