Filosofía
Inicio Metafísica Experiencias Paranormales de Benjamín Solari Parravicini

Experiencias Paranormales de Benjamín Solari Parravicini

Publicado por Malena

experiencias paranormales de Benjamin Solari Parravicini

Fabio Zerpa, relata en su libro, que una madrugada, Parravicini despertó sobresaltado sintiendo mucho frío y percibiendo un fuerte olor de mar, como si se encontrara en una playa. Se incorporó en la cama y escuchó una voz femenina que le dijo que escribiera.

Rápidamente, buscó papel y lápiz y comenzó a escribir lo que la extraña voz le dictaba lo siguiente:

“Algas perezosas, negras, oprimen mis manos terminadas. ¡Ruedo el espacio! Firmado, Alfonsina, Mar del Plata.

A la mañana siguiente cuando se despertó, volvió a leer lo que había escrito y como no lo pudo comprender, decidió llevárselo a su secretario que era poeta.

Antes de preguntarle nada, se enteró que la noche anterior Alfonsina Storni se había suicidado en Mar del Plata…

Parravicini era un hombre muy intuitivo que llegaba a percibir fenómenos más allá del tiempo y el espacio. Tenía sueños que continuaban durante muchas noches y constituían vidas completas, con personajes con nombre y apellido, como si se tratara de seres reales y de él mismo viviendo en otras épocas.

Una noche soñó que tocaban el timbre y al abrir la puerta se encontró con un niño vestido de marinero, como solían vestir a los niños en otros tiempos.

Sin que él lo pudiera evitar, el chico entró corriendo en la habitación hasta que encontró a un payaso de trapo que él guardaba desde hacía años.

El niño se quedó un rato jugando con él, arrojándolo por el aire y manoseándolo hasta que de pronto al muñeco se le desprendió un brazo.

Antes que Parravicini lo pudiera reprender, apareció un tío suyo que había fallecido hacía muchos años, que le pidió que dejara al niño llevarse al payaso.

Parravicini se negó rotundamente y su tío y el niño se fueron, tomados de la mano.

Cuando él se levantó a la mañana siguiente, la puerta de entrada estaba abierta y en el suelo estaba el payaso sin su brazo.

Muchos años después de este sueño, mientras arreglaba unos papeles, encontró una fotografía del niño marinero de su sueño y se sorprendió cuando descubrió que era él mismo cuando era chico.

En otro sueño, se vio a si mismo desde arriba, como de su cuerpo, que estaba descansando, se desprendía una figura idéntica a él, envuelta en una tenue bruma y elevarse con su “yo” hacia el espacio estrellado.

De pronto se encontró en París, sobre la Torre Eiffel; y desde allí podía ver la ciudad entera tal cual era.

Se despertó luego y tenía frío como si hubiera estado allí en otoño, tal como era en ese momento la estación, siendo en este país primavera.

De esa misma forma siguió soñando todas las noches que estaba en París con su cuerpo físico, viviendo una vida, haciendo amigos, visitando museos, yendo al teatro, frecuentando bares y lugares de todo tipo y hasta estuvo enfermo de un fuerte resfrío.

Un día decidió regresar porque extrañaba. Hizo todos los trámites necesarios y se despidió de todos.

Cuando el avión estuvo en el aire se despertó y ese sueño terminó.

En otra oportunidad, siendo director de los Salones de Arte del Banco Municipal, cierto día, tuvo que realizar un trámite en la Municipalidad.

Durante varios días concurrió a las oficinas sin conseguir su cometido.

Una mañana, el ordenanza que lo había visto concurrir todos los días, quiso ayudarlo y le aconsejó que fuera directamente al piso de abajo porque allí no lograría nunca nada.

Parravicini le agradeció sinceramente y se dirigió a la oficina recomendada.

Pudo realizó el trámite sin ninguna dificultad y al día siguiente estuvo terminado.

Quiso agradecer al ordenanza que lo había ayudado y lo buscó por todos lados sin poder encontrarlo.

Le preguntó a otro ordenanza si sabía donde podía encontrar al compañero que lo había atendido con tanta amabilidad, y le dio las señas.

Se enteró de ese modo que hacía dos días que había muerto electrocutado en su bañera, debido a un desperfecto en la ducha eléctrica.

Parravicini no lo podía creer, porque había hablado con él el día anterior, pero el hombre le dijo que era imposible porque ese día lo estaban velando.

Fuente: “Benjamín Solari Parravicini”, Fabio Zerpa.