Maniqueísmo
El maniqueísmo fue una antigua doctrina religiosa, que vio la luz hacia el siglo III, de la mano de Mani, un sabio persa que se consideraba a sí mismo un profeta enviado por Dios. Él no se consideraba un profeta cualquiera, sino el último de los profetas. Sobre la base de este delirio místico, difundió la idea según la cual el Bien y el Mal, dos opuestos irreductibles, mantenían una lucha eterna. La antropología maniquea tenía en su base esta misma metafísica: el hombre era un ser dual, compuesto de una parte buena de procedencia divina, el alma, y una parte mala de procedencia demoníaca: el cuerpo. Y, sobre la base de esta metafísica y esta antropología establecieron una moral: la maldad humana no es responsabilidad del libre albedrío humano, sino del hecho de que nuestra alma está encerrada en un cuerpo que tiene un dominio sobre la persona. El mal no es responsabilidad del individuo que lo realiza, porque este no actúa libremente, sino que está poseído por el mal.
Todo esto está muy bien, para nuestros fines es suficiente. Y es suficiente porque no queremos hablar de esta religión, sino solo adentrarnos en la visión maniquea del mundo, la cual es hoy muy actual y, desde nuestro punto de vista, ha sido utilizada para manipular a la masa.
La moral maniquea
Hoy en día se ha extendido una moral maniquea, a través del cine, el cómic, los dibujos animados, las series de televisión, los periódicos, los informativos televisivos, etc. según la cual, en el mundo hay una eterna lucha del mal contra el bien y cada uno de estos polos lucha por prevalecer sobre el otro. Los buenos de los X-Men luchan contra diversos villanos representantes del mal (Magneto, Mísitica, Apocalipsis, etc.); El Señor de los Anillos, en cualquiera de sus versiones, nos presenta a un grupo variopinto de seres fantásticos que emprenden una heroica lucha contra el mal, ejemplificado en Gondor, Saruman y Sauron, entre otros. En la saga de Star Wars, una constante lucha entre caballeros Jedi y Sith, representan una auténtica batalla maniquea entre el bien y el mal, respectivamente. Y así podríamos escribir una infinidad de artículos, hablando de productos culturales en los que se ha promocionado, de forma evidente y constante, una moral maniquea.
Los maniqueos, nos referimos a los que creían en esta religión, pensaban que el individuo no era responsable del mal que cometía porque no era libre, estaba sometido al mal mismo. Algo así se ha venido difundiendo en nuestros productos culturales. Siguiendo con nuestros anteriores ejemplos, Anakin Skywalker de Star Wars es poseído por el mal y se convierte en Darth Vader, aunque luego se libra de él y le confiesa a Look que en realidad es su padre. Gollum y Saruman son, igualmente, poseídos por el mal. Eran buenos, pero el anillo y la influencia de Mordor, respectivamente, los hizo caer en la espiral del mal. Magneto, en algunos momentos a lo largo de la saga X-Men, se hace bueno, arrepintiéndose de su pasado oscuro. Y antes de ser malvado, también era un buen chico, amigo de Charles Xavier, el símbolo del bien en esta serie de cómics.
George W. Bush: utilizando la moral prefabricada
Cuando fueron derrumbadas las Torres Gemelas, George W. Bush, un tirano que presidía Estados Unidos en esos días, explotó la moral maniquea que la industria cultural del país había fabricado: presentó una guerra imaginaria (que él ya se encargaría de hacerla real) en términos de una lucha del bien contra el mal, un mensaje simple para el cual las mentes simples de muchísimos millones de norteamericanos estaban preparadas. A Estados Unidos era fácil relacionarlo con el maestro Joda, los X-Men o Frodo Bolsón, mientras que fue igualmente fácil relacionar a casi todo el mundo árabe, excepto Arabia Saudí, con Gollum, Saruman, Gondor, etc. Era un modelo que calaba fácilmente, por la familiaridad de décadas de literatura, cómic, cine y un sinfín más de productos culturales maniqueos. Y así, la moral maniquea que se había promocionado y difundido entre la población, mediante diversos productos culturales, fue utilizada para conseguir una opinión pública favorable a hacer la guerra contra el mal, es decir, contra buena parte de los países islámicos.