El Problema de la Autoridad
La autoridad es el poder legítimo que tiene una persona para ejercer el rol de dirigir, orientar, ordenar y supervisar a quienes estén a su cargo o bajo su responsabilidad o protección, para cumplir un propósito o fines específicos.
Autoritaria es la persona que abusa del poder.
En todas las sociedades humanas, desde las más primitivas hasta las más complejas, existen figuras de autoridad destinadas a ejercer esa función específica para lograr el buen funcionamiento de esas comunidades.
En las sociedades complejas, cada institución tiene un cuerpo jerárquico que se dedica a establecer las normas, tomar decisiones, emprender tareas, crear objetivos, realizar cambios, dirigir a sus subalternos y controlar y supervisar sus funciones.
En una familia también existen las jerarquías que implican un rol de autoridad, que son los padres como líderes naturales, encargados de poner las reglas y hacerlas cumplir, mantener el orden y la paz familiar, proveer lo necesario para la subsistencia y brindar afecto, educación y contención a los hijos.
La autoridad se obtiene por medio de un cargo o por mérito, siendo ambos modos dignos de crédito.
La autoridad puede o no ser respetada según como se desempeñe esa función.
La expectativa de rol de una figura revestida de autoridad es que sea coherente en sus decisiones, que tenga solvencia moral, que conozca las tareas que realizan sus subordinados y que no contradiga sus propias órdenes.
Sin embargo, existen funcionarios, inclusive en el área de la justicia, ámbito donde se supone estos personajes deberían dar el ejemplo con su conducta, que no respetan las órdenes vigentes que tienen sus subordinados, y que les faltan el respeto y los insultan cuando intentan aplicar las sanciones que corresponden, y que se creen con el derecho de infringir la ley que ellos mismos deben hacer cumplir.
Esta enorme contradicción, no ocurre solamente en el ámbito de la justicia, sino que también sucede en el área de la educación, y en toda organización institucional tanto oficial como privada que existe no sólo en un determinado país sino en el mundo.
El problema crucial se centra en la pérdida de los valores morales y el avance de una visión del mundo regido por valores relativos.
El hecho es que para acceder a puestos de poder ya no basta con la idoneidad y la conducta moral sino que aún cuando alguno de estos imprescindibles requisitos esté ausente, también se puede llegar a la cúspide de una institución gracias a los favores de personas influyentes.
El “amiguismo” es el mal de esta época en cualquier parte del mundo, porque se atreven a mandar los que no califican ni siquiera para tener un puesto de empleado.
Todos sabemos que el solo hecho de haber obtenido un título universitario es condición necesaria pero no suficiente para merecer un cargo de responsabilidad o para tener personal a cargo. Sin embargo en las instituciones se refleja que los que no saben, o se abusan de su poder, son los jefes.
Por otro lado, “la trenza” no permite que se haga justicia cuando cometen errores garrafales, porque los inescrupulosos se apañan entre si para evitar ser sancionados o para borrar o dejar sin efecto las sanciones.
Tan seguros están de su impunidad, que se atreven a defender públicamente lo que es indefendible.
Los abogados conocen los vericuetos de las leyes para salir airosos de cualquier litigio que los perjudique, de modo que encuentran siempre el artilugio necesario para defender su posición aunque a simple vista resulte reprobable e indignante.