El Problema de la Culpa
Los que no pueden perdonar viven en el pasado y tienen como centro de referencia al ego, que tiene leyes estrictas y castiga severamente su violación.
El ego condena, juzga y culpa pero también se condena, se juzga y se culpa a si mismo; porque el mundo le devuelve lo que da y al culpar a los otros se condena a si mismo al sufrimiento y al dolor.
La culpa está en la mente, quien se condena a si misma y sólo se libera cuando perdona, permitiendo que las relaciones vuelvan a nacer cada día.
Toda enfermedad se origina en la idea de la separación, y sólo cuando esta división se niega la enfermedad desaparece.
La idea que produjo la enfermedad es reemplazada por la razón porque la enfermedad es la consecuencia del error y de la culpa.
La culpa necesita castigo y esto es concedido. La percepción debe cambiar porque es errónea pero la creencia se aferra al error y justifica el castigo.
La curación del cuerpo se produce cuando se cura la mente, que deja libre al cuerpo de culpas y condenas.
El perdón está siempre justificado y no tiene límites.
Sólo el que se siente culpable puede condenar y atacar. Es el juicio de una mente contra otra que la hace merecedora de un castigo.
Esta es la raíz de la división entre el yo y el otro, creyendo que castigando al otro puede uno negarse a si mismo y eludir la sanción.
Donde hay culpa no puede haber paz porque son dos conceptos opuestos que no pueden coexistir.
La idea de la culpa hace creer que algunas personas pueden juzgar y condenar a otras sin perder la unidad.
La culpa es lo que hace que nos aferremos al pasado, porque exige reparación, ser castigado por lo que se ha hecho y el que castiga el pasado garantiza la continuidad del ego.
Si se elimina la culpa se elimina el pasado y la necesidad de castigo en el futuro, recuperamos el estado de inocencia y descubrimos la inmortalidad, y al ser totalmente puros somos invulnerables.
La proyección de la culpa tiene como objetivo deshacerse de ella, pero en realidad solo se la oculta en la mente, que queda expuesta a las ansias destructivas del ego; y lo único que nos puede proteger del ego es la inocencia.
El hombre tiene miedo de quedar libre de culpa porque asocia el amor con la debilidad y el odio con la fuerza. Cree que lo grande es el desafío y el ataque y que el mundo que se ha fabricado es lo más valioso.
Cuando aprendemos a perdonar y a perdonarnos trascendemos las leyes del espacio del tiempo y de la materia y la integridad es lo que hace que los milagros sean posibles.
Mientras estemos juzgando el afuera significa que todavía nos estamos juzgando por dentro y deseando un castigo.
Por eso, la erradicación de la culpa es esencial para la curación y la trascendencia, porque mientras uno se sienta culpable sólo se escuchará la voz del ego que nos dice que merecemos la muerte eterna.
Para creer en la verdad no hay que hacer nada, porque sólo reaccionamos a las interpretaciones de la realidad y le otorgamos poder a los errores.
La verdadera realidad no provoca conflicto alguno porque es una sola y no cambia.
El amor reemplaza al miedo y transforma el error en verdad.
Amarse a uno mismo es curarse a si mismo, porque la enfermedad es una súplica de amor.
El origen de la ansiedad reside en la identificación con el ego que percibe al mundo como algo externo a él y en su contra, sin darse cuenta que él es su autor, pues fuera de si mismo no existe ese mundo.
El odio está dentro de la mente, no afuera y hay que deshacerse de él para poder percibir el mundo como realmente es.
Fuente: «Un Curso de Milagros», publicado por la Fundación para la paz interior, 2007