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El Maltrato

Publicado por Malena

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El maltrato es violencia porque tiene la intención de agredir.

Vivimos en una sociedad violenta. No sólo nos roban impunemente, nos atacan con furia si nos resistimos y a veces también sin motivo aparente, sino que la violencia se ha transformado además en una forma perversa de comunicación.

Somos agredidos en la calle, en los negocios, en los medios de transporte, en el trabajo, en las escuelas, por teléfono y hasta puede haber violencia en el núcleo familiar.

La violencia tiene su raíz en el egoísmo, que da lugar a la falta de respeto por el otro, a la impaciencia y al desprecio.

La violencia genera aún más violencia, porque se transforma en un círculo vicioso; ya que el trato agresivo tiene casi siempre una respuesta igual o peor.

El egoísmo implica pensar sólo en los propios intereses, pero no quiere decir que la persona egoísta se quiera más a si misma que a los demás. Al contrario, el egoísta se odia y piensa que los otros son solamente dignos de odio.

Faltar al respeto significa no reconocerle al prójimo su dignidad como persona y pretender tratarla como un objeto.

Esta actitud produce reacciones violentas, pero peor aún es cuando las personas maltratadas no reaccionan y se adaptan a una situación de manoseo, de rechazo, de abuso y de desprecio por miedo o hábito.

En esta época, el maltrato parece ser el modo de comunicación adecuado entre personas que se han convertido en bienes de uso.

Las personas se acostumbran a ser usadas como objetos sexuales, para entretener, para servir, para pensar igual, para producir dinero, para hacer los trabajos sucios y hasta para matar por encargo.

Cuando en el seno de la familia se aprende el desprecio por el otro, no queda más remedio de seguir el mismo rumbo.

Ser violento demanda mucha energía, aumenta la tensión arterial, perturba la digestión y altera el ritmo cardíaco, entre otras cosas. Es un costo muy elevado, porque el maltrato, además de no brindar mucha satisfacción y desequilibrar los sistemas orgánicos, en el fondo produce culpa, y esa culpa servirá para que la autoestima continúe en descenso.

En las ciudades modernas ser agresivo y violento es considerado por muchos más una cualidad que un defecto, porque hay una confusión de valores y se vincula la violencia con la valentía y la mansedumbre con la cobardía.

Ser amables, parece ser privativo de la condición femenina, aunque no siempre, porque todos hemos sido testigos de la prepotencia y soberbia de una funcionaria judicial al demostrar no estar dispuesta ella misma a cumplir las leyes.

Para los hombres significa un gesto de debilidad y representa simbólicamente bajar la guardia y exponerse a sufrir algún tipo de daño.

Pasar primero, reservar asientos libres para los amigos o familiares dejando de a pie a ancianos; contestar mal, negar ayuda poniendo a todos los que la necesitan en la misma bolsa para justificarse, discriminar, descalificar, ofender, ignorar, parecen ser los modos elegidos para maltratar a los demás en una sociedad que obviamente está muy enferma.

Pero además, también nos agredimos en forma colectiva, esgrimiendo las conductas aberrantes que tienen muchos como identidad nacional y adjudicándoselas a todos, para hacernos reír por Internet o por televisión, logrando seguramente que los que son realmente así se sientan justificados por ser como la mayoría y alentándolos a continuar siendo de la misma manera para cumplir con esas expectativas.

Es que ser agresivo y violento es como un sello de viveza, de inteligencia superior, de sagacidad, aunque signifique a la vez padecer de miopía intelectual para darse cuenta de la propia insensatez y de la reacción en cadena que genera.

La sabiduría nos enseña que la violencia y la agresividad de los insensatos son como un boomerang, porque siempre se vuelven contra ellos mismos.