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Santo Tomás de Aquino y Aristóteles

Publicado por Malena

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Santo Tomás de Aquino se reservó el intento de reconciliar el sistema aristotélico con la teología cristiana, porque consideraba que los principios filosóficos de Aristóteles eran verdaderos, aunque algunas de sus ideas hayan sido contrarias a la tradición y creadoras de gran oposición.

Pero Santo Tomás no solamente se inspiró en Aristótes, porque también se valió de otros autores, como San Agustín y hasta de filósofos judíos como Maimónides, en particular e inclusive de filósofos árabes.

Un ejemplo de cómo sistematizó Santo Tomás los temas aristotélicos es la idea de acto y potencia y su correlación en los cambios accidentales y substanciales de la materia y en el movimiento de los cuerpos.

Esta observación del movimiento y del cambio exigía la necesidad de la existencia de un Motor inmóvil, un Ser necesario, un Dios creador.

Santo Tomás fue más allá de Aristóteles al ver que en toda cosa material existe una dualidad de principios, la de la esencia y la existencia, y que la esencia es en potencia su existencia.

Dios creó el mundo con un propósito que no puede ser otro que Dios mismo. Lo creó como manifestación de su perfección.

Solamente las criaturas racionales pueden poseer a Dios, por el conocimiento y el amor.

Estas criaturas tienen como fin el perfeccionamiento de sus naturalezas subordinado a la gloria de Dios.

El alma, individualizada por la materia informada, es la forma del cuerpo pero no es una sustancia completa, porque sólo el alma unida al cuerpo constituye la sustancia completa que es el hombre.

Por lo tanto, para que la inmortalidad del alma sea posible es necesaria la resurrección del cuerpo.

La posición de Santo Tomás en teología natural es un complemento de la posición aristotélica, porque según este filósofo Dios, que es causa eficiente, crea según inteligencia y voluntad, plasmando su divina esencia en la materia.

Su fe cristiana influye en su filosofía, porque está convencido que el hombre tiene un fin último sobrenatural y para lograrlo debe ascender intelectualmente hacia el conocimiento de Dios tal como él Es en Sí mismo.

Por esta razón se vio en la necesidad de poner el objetivo final del hombre no en esta vida sino en la vida futura y tuvo que admitir sanciones divinas en la vida moral del hombre y vincular la ética a la teología natural, reconociendo la incapacidad de los humanos de acceder del todo a la vida moral sobrenatural.

El sistema de Aristóteles es completo y muy difícil de combinar con una religión que cree en lo sobrenatural.

Para este filósofo lo único que realmente importa es el universal y la totalidad y no los individuos como tales.

Los individuos existen para beneficio de la especie porque es la especie la que continúa a través de los individuos. El hombre alcanza su beatitud en esta vida o no la alcanza.

Para el Cristianismo cada hombre tiene una vocación sobrenatural porque el individuo se encuentra en una relación personal con Dios y cada vida humana posee un valor último mayor que el de todo el universo material.

La parte existe en razón del todo, como miembro de un organismo.

El universo creado existe para el hombre y para la gloria de Dios y el ser humano es una parte de ese universo y contemplar al hombre es más digno que contemplar las estrellas.

De todos modos el intento de Santo Tomás de Aquino se queda a mitad de camino tratando de conciliar una filosofía cerrada como la de Aristóteles con una postura teológica, pero sirvió para que la filosofía comenzara a independizarse de las concepciones teológicas.

Fuente: Santo Tomás de Aquino, Colección Grandes Pensadores, Ed. Planeta DeAgostini, 2007