Realidades Virtuales
Los contactos virtuales personales llevan a relaciones irreales que pocas veces se concretan en la realidad.
El motivo principal es que muchos se ocultan detrás de personajes falsos que obviamente no pueden desenmascarar.
Sin embargo, hay quienes creen en ellos y exponen su intimidad sin ninguna discresión.
Hay personas que desean relacionarse con otras pero sin el compromiso que requiere todo vínculo, contentándose con un encuentro cibernético frágil con el sólo propósito de crear una fantasía.
La sociedad en que vivimos carece en sí misma de sustento, nada tiene base sólida, todo es transitorio, breve, ocasional, para entretenerse, pasar el rato, distraerse, mientras todos los que no se atreven a vivir en la vida real, ven indiferentes, pasar la vida a su lado.
La realidad indica que las personas prefieren estar solas y que de vez en cuando, cuando las hostiga la necesidad de compañía, crean un personaje para poder enfrentarse con el otro, a través de una máscara mediática.
Por eso tienen éxito las redes sociales, porque no hay contacto directo y uno puede desaparecer y volver a aparecer con otro nombre y otro rostro.
Las personas de las redes son como los personajes de las propagandas, siempre divertidos, buena onda, felices, jóvenes, sonrientes, que no prometen nada, pero que se contentan con imaginar situaciones para no arriesgarse, en lugar de vivir las experiencias reales.
Esa comunicación pensada que no admite improvisación alguna, evita la aventura que representa el encuentro real cara a cara y la reemplaza por otra, mediática, esterilizada y pasteurizada porque se considera más segura.
Pero la comunicación humana exige cercanía, miradas, palabras espontáneas, oídos atentos, intimidad real, emociones compartidas, o sea todo lo necesario para construir un vínculo.
Lo mismo pasa con los libros, esos volúmenes que descansan en las bibliotecas repletas esperando con ansiedad que alguien los elija, los desempolve y se interne en las profundidades de sus hojas.
Ahora se imponen los libros electrónicos, que no ocupan lugar y están al alcance de cualquiera.
Sin duda es un avance encomiable, pero no creo que en poco tiempo reemplace al libro tradicional de papel, porque creo que los dos pueden sobrevivir sin necesidad de que el libro que nos sirvió desde que existe la imprenta tenga que ser desplazado.
Leer es un ritual, acompaña, guía, educa, mejora, desarrolla, enseña, consuela, anima, es más que un entretenimiento, nos hace más sabios, nos ilumina y por otra parte, al libro no se le acaba la batería y a veces hasta le basta una vela encendida para no defraudar la atención del lector y mantener su magia.
Las pantallas nos persiguen a todos lados, desde que nos levantamos, no hay lugar donde uno se pueda liberar de ellas, porque las hay hasta en los baños; y afuera, en la calle, en los comercios, los bares, los subterráneos, los restaurantes y si estamos en un lugar desierto, en los celulares.
El libro no puede transformarse definitivamente en una pantalla portátil, porque aunque su potencial sea el de una biblioteca completa sólo puedo leer un solo libro a la vez, el que he elegido hoy para poder subrayar lo que me ha conmovido y escribir al margen lo que pienso, cuando el libro y yo estamos en comunión y participamos del mismo pensamiento.
Me siento ligada a los libros por un lazo de afecto y quisiera que fueran envejeciendo a mi lado conmigo al mismo tiempo.