Cultura de masas
Una forma de controlar a la población consiste en fabricar el modo de vida de sus individuos. Y esto es lo que hacen los señores del mercado (los gerifaltes de Coca-Cola y sus amigotes), fabrican una forma de vida para la clase media de la sociedad (de los países en los que venden sus productos, que son casi todos los que no están devastados por la guerra), fabrican una cultura para las masas, es decir, para grandes cantidades de personas desconocidas. Esta es la cultura de masas.
El mercado capitalista y la cultura de masas
Para fabricar una cultura de masas hay que crear una forma de vivir y crear una forma de vivir es empezar a vivir de esa forma, de modo que cuando hablamos de fabricar una cultura de masas queremos decir conseguir que un alto porcentaje de individuos de una sociedad dada viva de determinada manera. Para hacer tal cosa solo se necesita una industria del espectáculo a través de la cual se inculcan valores estéticos, morales y epistémicos. Por ejemplo, a muchas adolescentes les han metido en la cabeza, como se dice coloquialmente, que ser rubias y extremadamente delgadas las hace bellas.
La creación de la cultura de masas está motivada por un aumento en la rentabilidad. Los gerifaltes del mercado tienen empresas y las empresas tienen que ser cada vez más rentables. Para lograr esto, tienen que vender lo que producen, aunque sus productos carezcan de calidad. A medio plazo, esta forma de vida es insostenible para cualquier individuo, lo que termina por someterlo definitivamente. Por ejemplo, la creencia de que un coche es necesario tanto para ser libre como para cortejar a la hembra de la especie, llevó en España a que muchos jóvenes abandonaran sus estudios de secundaria para trabajar en la construcción, lo que ha contribuido a las altas tasas de paro juvenil en el país. Sin mencionar la creencia difundida por bancos e inmobiliarias según la cual cualquier casa merece la pena ser comprada a cualquier precio, porque su precio siempre sube.
El mercado no es un invento del capitalismo. Lo que el capitalismo aporta a la idea de mercado es la de máximo beneficio, la cual es inviable en la práctica y absurda en teoría. No obstante, tanto para que exista una economía capitalista y una cultura de masas (a fin de cuentas la cultura de masas sería la ideología que la clase dominante impone a la clase dominada, para justificar y mantener una determinada infraestructura económica) es necesaria una economía de mercado previa, a partir de la cual surge el mercado capitalista, orientado al máximo beneficio.
La industria del espectáculo y la cultura de masas
Para conseguir inculcar determinados valores, metas y sueños a un gran número de personas, dentro de una sociedad, hay que disponer de un elemento mítico que se difunda entre la gente a través de algún medio. En el pasado, la mitología de Heracles se difundía oralmente. Él era un modelo y hacía gala de una serie de valores que se ponían de relieve en las historietas que circulaban sobre él. Hoy en día, a través del cine, Internet, la televisión, la prensa y la radio se crean y difunden nuevos modelos, personajes a imitar, que luego son utilizados en campañas publicitarias para vender todo tipo de productos. Mucha gente quiere utilizar la cafetera de George Clooney.
A través de estos medios, la mayoría de la población de una sociedad es inducida a desear determinados cortes de pelo, a utilizar tintes de colores, querer coches caros, la espuma de afeitar que usa Messi, etc. Y para conseguir eso, los individuos trabajarán para comprar y si el trabajo no es suficiente, pedirán préstamos.
Para aquellas mentes no colonizadas por el modelo mayoritario, la cultura de masas cuenta con lo que podemos llamar contracultura, que consiste en una serie de modelos alternativos al mayoritario, pero igualmente estandarizados. En este caso, el individuo tiende a creer que es independiente, porque no desea unos calzoncillos como los de Ronaldo, mientras que sí desea beber varias copas de whisky o consumir cocaína, algo que el cine se ha encargado de mostrar como una tragedia que se desarrolla en un contexto de libertad y de desarrollo de la autonomía personal, así como de superación de los valores morales, epistémicos y estéticos tradicionalmente establecidos. En otras palabras, como un punto de escape para abstraerse de una cultura de masas que oprime y estandariza a los individuos, desde la infancia.
Paradójicamente, el individuo se presta a ser etiquetado según alguno de los estándares creados por la cultura de masas, sea «bohemio», «punki», «cani» o «hippie», entre otros muchos.
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