Pascal
Blaise Pascal (1623-1662), nació en Francia en una época en que se estaban produciendo grandes cambios en Europa, cuando la ciencia comenzó a modificar el pensamiento, llenando a las conciencias de incertidumbre ante la pérdida de los absolutos.
Pascal fue un notable matemático y físico, pero también fue un teólogo, un polemista religioso, un moralista y hasta un filósofo, que consideraba al hombre prisionero de su finitud. Un religioso estoico, un hombre de ciencia y de letras, que en su obra póstuma se revela como filósofo, y como uno de los pensadores más profundos e inquietantes del pensamiento occidental.
Perteneció a una familia de buena posición económica y fue su padre personalmente quien se ocupó de educarlo en forma esmerada; pero la enfermedad y la debilidad física serían la cruz que debería sobrellevar en forma constante durante toda su vida.
Se atribuye a Pascal la creación de la primera máquina para realizar operaciones aritméticas considerada la primera calculadora de la historia.
Quiso demostrar la existencia del vacío, un tema que daba lugar a célebres controversias en esa época.
Tradicionalmente no se admitía que en la naturaleza existiera el vacío, pero Pascal utilizó el método experimental para demostrarlo, basado en la observación y la experimentación y no en las leyes supuestamente lógicas del pensamiento; y en tres breves escritos redactó sus experimentos sobre el vacío hasta la formulación de la teoría del equilibrio hidrostático.
Pascal frecuentaba los ambientes de moda de París y su condición de hombre acaudalado le permitía vivir suntuosamente.
Esa misma vida lo inspiró para escribir un tratado sobre los juegos de azar que fue la base del cálculo de probabilidades que completaría más tarde y que se considera una de las contribuciones más importantes en el campo de las matemáticas.
Sin embargo, su desencanto del mundo y de la vida mundana provocó en él un cambio radical que le quitó el placer de gozar de esas cosas.
Se volvió más melancólico y ensimismado, casi un místico que consideraba a la soledad el estado ideal para el conocimiento del alma.
Alternaba sus acostumbrados retiros en la Abadía de Port-Royal, con la plática con un guía espiritual y creía que la desgracia del hombre era no ser capaz de quedarse en reposo y solo.
Esta crisis lo llevó casi a renunciar al pensamiento crítico y científico para consagrarse a la religión.
Pascal pudo desenmascarar de una manera elocuente y sencilla, apta no sólo para eruditos, a la teología; y conseguir difundir la idea, que ya había sostenido Descartes, de que se puede pensar en Dios desde la razón, fuera de la Teología.
El método y los resultados que expuso Pascal en el área de las matemáticas, permitió a Leibniz y Newton descubrir el cálculo infinitesimal.
Era una personalidad compleja, por un lado capaz de participar en complicadas discusiones sobre aritmética y por otro mantener debates religiosos comprometidos. El “Cálculo del azar” y la “Apología del Cristianismo” lo comprueban.
Realizó el primer proyecto de transporte público en París que fue aprobado por el Parlamento, que le concedió la patente y el permiso para inaugurarlo, que constituyó el primer antecedente de las actuales líneas de autobuses urbanos.
Para este notable hombre de ciencia, el conocimiento científico no afecta en nada a la fe, porque se trata de distintas órdenes del ser humano perfectamente compatibles.
En su “Apología de la religión”, tiene el objetivo de argumentar la necesidad de la fe, que le ofrece la oportunidad al hombre de alcanzar su grandeza y su dignidad, si evita dejar de lado del conocimiento de los aspectos de la realidad que no se ajustan a lo que espera el racionalismo.
La fe, para Pascal, es una responsabilidad y un desafío que permite al hombre alcanzar el máximo de sus posibilidades; y el fracaso de la fe no significa castigo ni el infierno, sino que prolonga el vacío existencial de quienes no reconocen la verdad ni pueden liberarse del tedio.
Pascal falleció tempranamente, a la edad de 39 años.
Fuente: «Colección Grandes Pensadores – Pascal; Vida, Pensamiento y Obra, Ed. Planeta DeAgostini, 2007.