¿Existe Dios?
Según los indicadores, todos los meses 60.500 personas de habla hispana le preguntan a Google si Dios existe. Google, lejos de ofrecer una respuesta a esta pregunta, ofrece una serie de páginas web en las que aparece la expresión buscada, por ejemplo «existe Dios». Sea como fuere, es una pregunta que durante algunos siglos preocupó a los filósofos, quienes a lo largo de la historia se han dedicado a demostrar que Dios existe o bien que no existe o bien que no sabemos ni podemos saber si existe o no.
En la actualidad, sin embargo, la pregunta por la existencia de Dios no está muy de moda. En realidad esta pregunta es una pérdida de tiempo y absurda en sí misma, desde un punto de vista intelectual. Y esto es de lo que vamos a hablar aquí, no sin antes dedicarle unas palabras a una tesis según la cual, la pregunta por Dios y la religión es esencial a la propia naturaleza humana, que está «arraigada en nuestra racionalidad». Esta tesis ha sido defendida por Juan Antonio Estrada Díaz. En mi opinión esta tesis es falsa y creo que hay una prueba de ello. Pensemos en las siguientes expresiones:
(1) existe Dios
(2) busco trabajo
Si utilizamos la herramienta de Google para medir las búsquedas mensuales globales y locales que hace la gente, es decir, el número de veces que se busca una expresión dada en Google, tanto a nivel mundial, como en nuestro propio país, obtenemos que (1) tiene solo 60.500 búsquedas globales mensuales, mientras que (2) tiene 1.220.000 búsquedas mensuales globales. Bueno, parece ser que la pregunta por Dios no es muy popular en el mundo de habla hispana, al menos no en comparación con el trabajo, así que a la luz de esto no parece que sea cierto que sea una preocupación humana esencial o arraigada en su propia naturaleza. Tal vez Estrada confunde una contingencia histórica perpetuada en el tiempo con algo arraigado en la propia naturaleza humana.
Dicho lo anterior, pasamos a ver por qué la pregunta por la existencia de Dios no es solo una pérdida de tiempo, sino también absurda. En primer lugar, se suele partir, sobre todo en las religiones monoteístas, de un Dios bastante especial, en el que hay que creer por fe, es decir, sin pruebas. Estas pruebas, cuando se han dado, hasta ahora han sido inútiles, pues no han demostrado nada. Por otra parte, probar la inexistencia de Dios, también resulta imposible o, al menos, no se vislumbra argumento en contra de la existencia de Dios. Luego está el punto de vista agnóstico, según el cual no se puede saber si existe Dios o si Dios no existe. Sin embargo, el agnóstico sí que sabe que no se puede saber tal cosa, lo cual es todo una proeza. De este modo, dado que esta pregunta no nos lleva a ninguna parte y dado que en la vida hay preguntas con respuesta mucho más interesantes, se deduce que ¿Existe Dios? como pregunta, es una pérdida de tiempo.
Por otra parte, también hemos de concluir que es una pregunta absurda e, incluso, infantil. En efecto, dado que la motivación última de esta pregunta suele radicar en unos textos escritos hace siglos por unas gentes primitivas y asustadizas y dado que hay infinidad de textos escritos por todo tipo de gente de todas las épocas y lugares, parece absurdo prestarle mayor atención a la pregunta «¿Existe Dios?» que a otras preguntas como «¿Existe Drácula?» o «¿Existen los zombies?». Parece ser que lo único que justifica la pertinencia de la pregunta por Dios, en este caso, es que los autores de los textos en los que se habla de Dios aseguran que ellos han hablado con él o que él les habló o envío a alguien para que les hablara, mientras que los autores del segundo tipo de textos, por ejemplo el autor de Drácula, jamás ha asegurado haber hablado con su personaje. En este sentido, preguntarse por Dios es absurdo en la medida en que supone apostar por la salud mental de un escritor que dice que su obra se la dictó el protagonista de la misma.